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LAS HISTORIAS DE QENA

Bajo la luz

Bajo la luz

El cielo encapotado se iluminó bajo el gruñir del primer rayo de la tormenta. Durante toda la tarde las nubes se habían ido juntando y oscureciéndose lentamente y de forma insegura hasta que por fin, entrada la noche, despertaron y decidieron descargar toda su furia en forma de agua, rayos y truenos. Los edificios, parques, coches... todo se iluminó en un breve periodo de tiempo bajo la luz brillante de la tormenta. Durante ese instante toda la ciudad se ve de un modo distinto. Unos ojos verdes miran por la ventana a través de los chorros de agua que corren por ella a unas pocas personas, que corren buscando un refugio en el cual guarecerse de la repentina descarga de agua. Los ojos vuelven al libro que estaban leyendo, en su portada se puede leer “Cuentos Populares”. Lo sostiene entre sus pequeñas y delicadas manos como si fuera un tesoro, como si cada página tuviera un valor incalculable. Se encuentra inmersa en su lectura bajo el calor de un radiador y con la sola iluminación de una lamparilla colocada a su derecha. Su melena suelta, resulta más brillante bajo esta luz. El sillón sobre el que reposa no es muy grande; en él se siente protegida de la tormenta que azota el exterior. La sala se completa con una estantería que ocupa toda la pared, repleta de libros. Los hay viejos, nuevos, desgastados, grandes, pequeños, de tapa dura, de tapa blanda... En el tabique restante sólo se distingue una partida de nacimiento con el nombre Fernanda González Huero, 30 de mayo de 1982. La decoración se limita a un cuadro en el que aparecen un hombre y una mujer adultos en blanco y negro. Aparecen felices esbozando una inocente sonrisa. Los rasgos de la mujer coinciden con los de la persona que está sentada en el sillón: la misma mirada, la misma nariz, la misma boca.... Aunque Fernanda sabe que la esencia de esas personas ya sólo sobrevive en esa foto y en los corazones que los amaron, no puede dejar de pensar en aquel fatídico día en el cual los seres que la dieron su vida, perdieron la suya en un accidente de tráfico. Lo intenta, pero cada vez le bombardea la cabeza la imagen de su padre y su madre cubiertos de sangre, inmóviles, sin un ápice de vida... La tormenta interior de Fernanda, al igual que la que azota la ciudad, también se manifiesta en forma de agua y por sus ojos, comienza a caer una fina gota de dolor. La deja correr hasta la comisura de la boca donde se para, como si no consiguiera sobrevivir en el mundo exterior al cual nunca debería haber salido. A esa lágrima la siguen sus hermanas para volver a unirse en la mejilla.

 

Cada recuerdo es una espina que se clava en su cabeza. Ahora le comprende, pero ella no es tan fuerte; recuerda a su madre en la cocina mientras escuchaba las inquietudes e historias de una niña inocente. Su padre, sentado sobre el borde de la cama, le cuenta el cuento que tantas veces ha escuchado antes de cerrar sus pequeños ojos y que Morfeo la acogiera en su brazos.

 

Deja el libro sobre la mesilla donde descansa la lámpara y se encoge en el sillón todavía con las lágrimas sobre su rostro. El sueño comienza a apoderarse de ella. Apaga la luz, la habitación queda oscuras, sólo rota por el destello de los relámpagos. Bajo el hipnotizador sonido de la lluvia, poco a poco la mujer se rinde a un sueño intranquilo. Esta vez no ha habido cuento pero en sus sueños ve como sus padres se acercan al sillón para relatarle por última vez el cuento que nunca debieron dejar de contarla.

 

Pollo encebollado

Pollo encebollado

El agua corría entre sus manos, mezclándose con los muslos de pollo, que serian la base del plato que había pensado para compartí con su marido y sus hijos esa noche. trozo a trozo les iba quitando toda la piel y la gasa. Los seco cuidadosamente y los metió en la fuente. Tenia mucho tiempo para pensar, mientras iba cumpliendo al mínimo detalle con las indicaciones del recetario que la regalo su madre.

Junto con los restos de pollo se iban acumulando los restos de medio kilo de cebollas. Ya limpias y cortaditas, las coloco en otro recipiente.

Eran cuatro las comidas que le vinieron a la mente. Las puso en orden, no sabia si por la importante de las mismas o por los sentimientos que ellas despertaban.

A su abuela paterna la recordaba transpirando en la cocina, en vísperas del día de Navidad, preparando el manjar que para ellos representaba “Las migas”. Siempre se quejaba, después de haberlas comido, que no era un plato adecuado para esa fecha.

Con los recuerdos pululando por salir, abrió la alacena para sacar la sal y la pimienta, que servirían de adobo al pollo. Coloco aceite en la cacerola y doro el pollo. Mientras lo hacia, veía a su abuela materna amasando con sus manos lo que seria el postre.

Una vez dorado el pollo y vuelto a poner en la fuente, coloco un trozo de mantequilla, espero a que se derritiera y agrego las cebollas con un vaso de agua, otro de vino blanco y un cubito de caldo de verduras. Viendo como la mezcla empezaba a hervir, llego con un recuerdo: su tío abuelo.

Cuando volvió al presente introdujo el pollo en la cacerola. Pelo un kilo de patatas , que acompañarían pollo.  Cortándolas en pequeños cuadraditos, quedaron preparadas para freír en el aceite.

Esperando a que esto sucediera, llego a su mente la vieja casa reformada, “La Charpona”, finca situada en Toledo, donde vivía su bisabuela.

Mesas bien puestas, vajillas finísimas. Uno a uno iban llegando . todos tan callados y fríos, como la comida del primero de enero. La comida era buena y sabrosa, pero en el plato se perdía, no le molestaba ese clima, era calma que llegaba después del 31.

Era como para ir poniéndolos en clima de que las cuatro reuniones iban llegando a su fin y volvía la rutina del resto del año.

Con las patatas ya doradas y el pololo bien cocido, llamo a los chicos y a su marido y disfrutaron juntos de la cena.

 

 

El aprendiz de borracho

El aprendiz de borracho

Cholo nunca había estado tan decidido a hacer nada en su vida. Quería ser alcohólico. En su cabeza no dejaban de pasar imágenes de borrachos con estilo. Recordaba las novelas de Truman Capote; las películas en las que violaban a la mujer de Charles Bronson y, antes de matar a todos los malos, se ponía ciego a Whisky en el bar más insalubre del planeta. Llevaba tiempo fumando dos paquetes al día… eso le reconfortaba. Sabía que el mundo lo miraba con admiración. Qué duro parecía con su paquete de Fortuna en el bolsillo de su vieja camisa a cuadros. Sólo le faltaba ser alcohólico para ser uno de esos hombres «interesantes» que todos enlazan con una vida cargada de emociones y vivencias dignas de ser contadas delante de una buena copa.

 

Tenía un problema. Odiaba el alcohol. No podía probar nada que no estuviera rebajado con mucha cola o zumo. Y un buen alcohólico no debería destruir su imagen a base de zumos o cocktails con. No. Él debía de ser capaz de beberse botellas y botellas de Whisky de un trago. Tenía que hacer algo por solucionarlo. Un esfuerzo y un poco de práctica no le harán daño a nadie, pensó.

 

Había dividido la noche en tres fases. Primero bebería todo lo que había comprado excepto la botella de Daniel’s que sacaría a pasear por la ciudad cuando fueran las 3:00 de la madrugada. Era una bebida barata y vomitiva, pero iba acorde con la imagen que Cholo quería dar. Alguien que ha destacado en la vida, pero ya no es nada. La segunda fase de la noche sería entrar en el bar “Los Pecadores”. En él se concentraba el 90% de los vagabundos de la ciudad. Tocaban la harmónica y cantaban viejos éxitos de la Copla. Ahí aprendería sus movimientos, su forma de pensar, de ser, adsorbería gran parte del carisma de aquellos vagabundos y, a modo de devorador de almas, se convertiría en un aglomerado de lo mejor de todos ellos. Por último, dedicaría el resto de la noche a «homenajear» al resto del insignificante mundo con sus conocimientos. Aleccionaría a la población. Utilizaría frases banales en sus predicaciones y todos le admirarían boquiabiertos.

 

-La mejor escuela es la vida –comenzó a hablar. Como un maestro instruyendo a jóvenes descarriados .

 

Ya tenía todo dispuesto. Litros de alcohol apestoso. Su aliento tenía que ser, como mínimo, el de un pintor de pueblo. Comenzó con el Whisky. Prosiguió tragando ginebra, ron, pacharán, vodka…

 

Murió antes de llegar a la 2ª fase. Desgraciadamente, todo buen ser humano necesita cambiar. Todos dependemos de las novedades para interesarnos por la novedad. Cholo tenía demasiada prisa. Poco a poco todo se puede lograr. Pero hay que prepararse para los cambios. Así es como se hacen las cosas, poco a poco.

 

-Ese es mi consejo de hoy –sentenció El Pelao después de narrar la parábola.

 

-Cuál, maestro –preguntó el joven aprendiz.

 

-No lo has comprendido, chico.

 

-Bueno, supongo que lo que quieres enseñarnos es que no debemos tener miedo a los cambios. Son lo que nos hacen ser más fuertes. Que cambiar es gratificante cuando te acostumbras. Pero que no debemos precipitarnos en el cambio. –respondió inteligentemente.

 

-No, hijo mío. No has entendido nada de nada. La moraleja es: beber alcohol es precioso e interesante. Pero no seas tan estúpido como para beberte cientos de botellas en un tercio de noche o no podrás enseñarle al resto del mundo lo alcohólico y divertido que eres.

 

- Oh, maestro, es usted tan inteligente.-dijo con los ojos brillantes.

 

El extraño

El extraño

Dentro, las lámparas de aceite proyectan sombras siniestras sobre los parroquianos de la taberna. El antro de paredes de adobe está abarrotado, un islote de luz y calor en medio de la helada oscuridad. Pero nadie se sienta conmigo. A mi alrededor, intangible, se levanta un muro casi infranqueable de respeto, odio y  miedo...

 

¿Cómo pudo soportarlo durante tanto tiempo? Apenas llevo cinco años con su carga y ya tengo el pelo blanco hasta la raíz. A veces pienso que me gustaría renunciar, ser sólo una desgraciada más viviendo una vida anónima en una de estas pueblos. A veces el poder de la diosa es demasiado excitante, y ninguno de estos pensamientos dura demasiado.

 

A él no parecía afectarle lo que era. Su alegría era contagiosa, como un vino que llenase el corazón de ligereza y el alma de sueños. Pero no siempre sonreía. Y en ocasiones su cólera era tan terrible como el sonido del trueno. Recuerdo una ocasión en que llegamos a una localidad de pescadores. Recuerdo el mar brillando como una turquesa a mediodía, y los voces de las aves peleando por los despojos de la pesca, abajo, entre las barcas. Cuando entramos en el poblado, la hostilidad de los habitantes se alzó ante nosotros como un muro. Hacía calor, y padre llevaba la capucha retirada. El sol arrancaba reflejos dorados al símbolo de la diosa sobre su frente. Pero los aldeanos habían perdido el temor a los dioses. Demasiadas desgracias, demasiada desesperación para seguir rezando a unas deidades que les habían olvidado. Al llegar a la plaza central, apenas un sucio claro entre las casas, encontramos un círculo de rostros amenazadores. Padre pidió comida y refugio. Se lo negaron. La discusión subió de tono. De repente, una piedra apareció volando de ninguna parte y me hirió en la cabeza. Grité... y fue como si mi grito resonara en todas y cada una de las casas, elevando un clamor ensordecedor hacia el cielo. A nuestro alrededor, los campesinos se desplomaron con una expresión de terrible sufrimiento en sus rostros. Un instante después, todo había pasado. El sol seguía brillando cálido y acogedor. Pero la aldea estaba en silencio, un silencio sólo roto por los sollozos de los hombres, mujeres y niños rozados por el dedo de la diosa, invocada por mi padre...

 

Aquel día no murió nadie, pero no siempre fue así. Podría señalar a cualquiera dentro de esta taberna y con un simple pensamiento proporcionarle un éxtasis inmenso, infinito... o hacerle revolcarse por el suelo de dolor, como aquellos desgraciados de la aldea sin nombre. También podría convertirle en una pulpa sanguinolenta que nadie reconocería como un ser humano, o transformar esta aldea en un lago de lava humeante en apenas unos segundos. Todos a mi alrededor lo saben. Por eso me temen y me huyen. Y por eso le temían a él.

 

Algo por lo que arrepentirse

Algo por lo que arrepentirse

Lo que voy a contar a continuación lo que me ocurrió cuando tenia 15 años, estudiando Bachillerato. Ella se llamaba Julia, tenia una forma muy graciosa de andar una mirada penetrante y cuando se reía le salía unos hoyuelos se formaban a ambos lados de su boca, no es que fuera una belleza pero a mí todo en ella me encantaba.

 

Nos fuimos tratando. Y poco a poco la naturaleza siguió su ritmo y nos enamoramos. Erramos la envidia de la clase, perfecta pareja que iba juntos a todos lados. Pero nadie sabia lo que yo sufría en silencio con mi novia, el martirio al que esta expuesto era el siguiente: Nada de sexo. Solamente tomarse de las manitas y un beso de vez en cuando y a las 10 de la noche todo lo mas en casa. Yo la quería y no quería hacerle daño bajo ningún concepto, así que hacia de tripas corazón y me aguantaba lo que podía. Un día se lo plantee dé manera que no le molestase, le dije lo siguiente:

 

- Si no quieres que hagamos el amor por lo menos déjame que te vea desnuda- A lo que ella contesto afirmativamente pero con la condición que le jurase y perjurase de que la respetaría.

 

Así lo hice y quedamos en ir a mi casa el sábado por la tarde ya que mis padres salían al cine y volverían tarde.

 

Lo que paso ese sábado y muchos otros que siguieron, fue sencillamente que hubo de todo. Menos el sexo.

 

El día en que Julia me presento a su prima Ana, sabia que con esa chica me acostaría y ella también lo quería. Fue como una descarga eléctrica que recorrió todo mi ser y cuando llega al celebro estallo dejando mi espíritu maltrecho, dejándolo sin voluntad propia. Yo diría que no fue amor ni flechazo ni nada que se le pareciera. Solamente pura y feroz atracción animal. Con una excusa pueril, quedamos ella y yo en vernos uno de estos días de la semana que viene.

 Los encuentros con Ana fueron de los más salvajes que recuerdo en mi vida. Solo sexo y nada mas que sexo, nada de conversaciones. Hasta tal punto llega la cosa que el glande se me enrojeció tanto que tuvimos que para durante unos pocos días para que me recuperara. Los dos sabíamos que aquello duraría lo que durara no nos importaba nada mas que vivir el momento, disfrutando como si fuera la ultima vez que nos viéramos. Ese momento llego sin que ninguno de los dos pudiera imaginarse las consecuencias catastróficas que después pasaría. Julia de tanto sospechar debido a mis ausencias cada vez mas frecuentes en el tiempo. Nos pillo a los dos juntos en la cama. No me preguntéis como entro en el piso. Lo mas seguro seria que siendo su prima, y amiga de las compañeras del piso de la misma tuviera ella también una llave. Allí estaba de pie delante de nosotros con las manos entrelazadas por debajo de sus pechos como una madre iracunda que a pillado a su hijo en una travesura. Su prima se levanto tranquilamente, yo que podía haberle dicho esa frase tan socorrida...

- no es lo que parece.

 No dije nada, como un cobarde agache la cabeza esperando lo peor. Solo se acerco a mí y me dijo señalándome con el dedo

 -¡¡ Nunca te perdonare esto!!-

 

 Intente por todos los medios dar con ella. Explicarle que aquello no era amor solo un magnetismo, al que yo irremediablemente no podía resistirme. Ella hizo caso omiso a mis suplicas, no contesto a ninguna de mis llamadas. El tiempo fue pasando, la vida siguió irremediablemente su curso.

 

En la actualidad soy relativamente feliz. Estoy casado, trabajo, hijos. Pero, mi corazón sangra al recordar a Julia, es una espina que de vez en cuando se mueve y me hace mucho daño. Es cuando quiero buscarla, llamarla, decirle que fue un error, que me perdone. Le hice daño y también a mí mismo. La verdad soy un cobarde, tengo miedo de que me rechaza de que se ría, de que se burle de mí.

 

Todo esto acaba. Hace algún tiempo recibí una carta, en el sobre solo ponía mi nombre nada más. No-tenia sello, por lo que deduje que lo traería algún mensajero o persona directamente a mi buzón. Abrí con curiosidad infantil, casi rompo el sobre. Dentro del mismo solo había un recorte de un periódico local, en el cual se decía:

 

Que en un trágico accidente de automóvil, una mujer que correspondía al nombre de Ana. H.C. Murió trágicamente después de estar varias horas sin poder sacarla los bomberos de dentro del mismo.

 

Como un rayo que me partió el alma me vino a la memoria el recuerdo de la prima de Julia. Su olor corporal, su suave piel, su pelo liso, de color caoba, sus senos duros y turgentes, su monte de venus, esas pierna largas maravillosas. Todos esos recuerdos se agolparon en mi cerebro. Estaba claro en este mundo alguien no olvidaba y no perdona. Julia seguía viva y nunca, nunca, me perdonaría.

 

Abraza a tus ojos

Abraza a tus ojos

Miguel es un chico de dieciocho años, invidente de nacimiento, jamás ha podido ver el rostro de sus padres o hermanos, a pesar de ello es muy bueno en sus estudios, tiene su cuadrilla de amigos, quienes siempre intentan hacer que este se sienta a gusto.

 

Hace poco ha comenzado un trabajo acorde con lo que ha estudiado. El tener una carencia de vista ha hecho que haya desarrollado potencialmente el resto de sus sentidos.

 

Miguel y su familia hacía un mes que se habían mudado a Madrid debido al trabajo de su madre y al nuevo trabajo de este.

 

 Él era el mayor de cinco hermanos Angelines de diecisiete, José de quince, y los mellizos Jorge y Maria de diez años respectivamente. Su madre Andrea tenía cuarenta años, los hijos eran fruto de tres relaciones con hombres que resultaron fallidas, pero ninguno lo sabia pues su madre les contó a los cinco que su padre había desaparecido abandonándolos.

 

- Mama, quiero una mascota, me han dicho los de la Once que si quiero me la proporcionan

 

- Bueno.

 

Miguel y Angelines fueron a la Once a recoger la mascota. La perra era un labrador, parecía saber y conocer muy bien su tarea pues nada más coger la correa, el animal le dirigió a la salida.

 

- A escogido la perra más dócil y fiel que existe, cuidara de ti, y te hará sentir un poco más libre.

  - Gracias.

De vuelta a casa iban pensando un nombre para la mascota, al llegar a casa le enseñaron el nuevo guía de su hijo. Decidieron llamarla Cara.

 

- Bueno, mamá, se acabó el tener que ir acompañado pues a partir de hoy iré acompañado de mi fiel compañera Cara – dijo palpando el hocico del animal. Dicho esto se fue a dar una vuelta.

 

- Hola, Miguel.

 

- Hola, Marta.

 

- ¡¡Vaya, qué perra más bonita!!

 

- Se llama Cara.

 

- ¿A dónde te dirigías?

 

- Sin más, me iba a dar una vuelta.

 

- ¿Te importa que te acompañe?

 

- No, para nada.

 

Se sentaron en un banco del parque, Cara era una guía estupenda, Marta dijo de acompañarle en un primer momento por miedo a que se perdiera pero se quedó atónita al ver que la perra y el estaban compenetrados pues no necesitaba decirle nada; tan sólo se dejaba guiar, parecían conocerse de toda la vida sin embargo no hacía ni seis horas que se conocían. Comenzaba a refrescar y Marta sintió frío, instintivamente Miguel pareció notar que esta tenía frío, se arrimo a ella y la rodeo con sus brazos, ella no objetó nada y se dejo abrazar.

 

- Miguel, ¿Cómo sabes, sin decirte nada, que tengo frío?

 

- Bueno, creo que tiene una sencilla explicación, me falta un sentido pero he aprendido a desarrollar los demás, el tacto, el oído…

 

- ¿Sabrías describirme con nada más tocarme?

 

- Sí.

 

- ¿Podrías hacerlo?

 

Miguel comenzó acercándose a ella, suavemente le acaricio el pelo, aspiró su olor, luego prosiguió a palpar sus rasgos faciales, con dulzura y delicadeza como si fuera una muñeca de porcelana a la que temiera romper.

 

- ¿Qué podrías decir? ¿Cómo me imaginas?

 

- Eres bellísima. Morena, pelo largo, tienes unos ojos negros muy vivos, una nariz a proporción con tu cara, y unos labios finos que dan ganas de probar.

 

- Gracias, no me esperaba que me describieras de esta manera. – dijo ruborizándose.

 

- No te descrito así por quedar bien, eres un ángel caído del cielo. Bueno será mejor que nos marchemos a casa esta empezando a anochecer.

 

- Sí, será mejor.

 

Miguel insistió en acompañarla hasta casa, ella aceptó.

 

- Espero volver a verte campeón. - dijo dándole un beso en la mejilla.

 

- Yo, también.

 

 Miguel, guiado por su fiel amiga, puso rumbo a casa, por el camino aparecieron dos individuos encapuchados pidiendo la cartera a punta de pistola.

 

Miguel les iba hacer entrega de la cartera, pero fue, entonces, cuando Cara que no había parado de ladrar desde la aparición de dichos individuos, se soltó de su dueño y saltó encima de los asaltantes, enseñando los dientes; los ladrones asustados huyeron.

 

- ¡¡Muy bien!! Pequeña – dijo agachándose y rodeando a Cara.

 

Cara orgullosa de haber salvado a su dueño no paró de hacerle carantoñas, después fueron a casa, su familia comenzó a regañarle porque eran más de las doce y él andaba sólo a estas horas.

 

- Mamá, por favor, que soy mayorcito, además Cara me protege, me ha salvado de dos asaltantes.

 

- ¿Qué?

 

- Sí. Bueno y si ahora nos importa mi fiel compañera y yo nos vamos a descansar. Pero antes voy a ponerle una buena recompensa a Cara.

 

Cara dormía en los pies junto a su dueño, a mitad de la noche oyó unos llantos que parecían provenir de la habitación de Angelines y José.

 

Se levantó de la cama de su dueño y fue a ver qué sucedía; en efecto, Angelines estaba sollozando, y se sobresaltó en un primer momento al notar un bulto en el borde de la cama pero no tardo en descubrir que era Cara.

 

Esta le permitió subirse a la cama y se mantuvo junto a ella hasta que se calmo.

 

Ambas se dieron un susto al oír la voz de Miguel.

 

- Nines ¿Qué te sucede?

 

- Nada.

 

- Una persona no llora por nada – dijo sentándose a su vera.

 

- No puedo decírtelo y además tampoco quiero hablar aquí, José…

 

- Ven. - Dijo agarrándole la mano.

 

Miguel, Cara y Angelines fueron a la habitación de este.

 

- Bueno, a ver, desembucha, aquí nadie nos oye.

 - Es que es una locura y es mejor que no la sepas.

- Angelines…

 

- Está bien. Me gusta un chico desde hace cinco años, el problema es que no tengo esperanza de que entre él y yo surja algo.

 

- ¿Por qué dices eso? Escúchame bien, nada es imposible ¿entendiste?

 

- Sí.

 

- Bueno ¿Quién es ese chico?

 

- Cuando éramos niños me encantaba jugar con él era mi mejor amigo, conforme fui creciendo seguía siendo mi amigo pero algo había cambiado en mi, me sentía atraída por él, pero jamás he dejado que lo notara nadie, pero ahora él se está enamorando de mi mejor amiga y…no sé que hacer.

 

- Vale ¿y por qué no se lo dices?

 

- Porque es un amor imposible.

 

- Bueno, mira, si me dices quién es el chico que ocupa tu corazón podré ayudarte.

 

- Tú.

 

- ¿Qué? Carol, nosotros somos hermanos.

 

- ¿Estás seguro?

 

- ¿Qué insinúas? Me estás asustando.

 

- Veras, mamá nunca habla de papa y entre nosotros tenemos algún parecido pero José es totalmente diferente y los mellizos, si entre ellos se parecen, pero con nosotros apenas tienen parecido, creo que somos hermanos por parte de madre pero no de padre.

 

- Bueno y aún que así fuera, debes entender que tú y yo no podemos salir juntos ¿entiéndelo? Es tan sólo que has confundido los sentimientos, eso es pasajero cuando encuentres un tío para compartir tu vida te darás cuenta.

 

- Quizás, tengas razón, tú ya has encontrado tu pareja ¿no?

 

- ¿A qué te refieres?

 

- No disimules. Marta ¿te suena?

 

- Sólo somos amigos.

 

- ¡Sí, ya!, Marta me ha contado lo que pasó el otro día, y también me ha dicho que te quiere.

 

 Miguel, atónito por lo que había escuchado, articuló unas palabras después de un largo silencio.

 

- Puede que sólo sienta atracción pues dudo de que alguna persona quiera compartir su vida con un invidente.

 

- ¿Por qué eres tan duro contigo mismo?

 

- No soy duro; soy realista.

 

Angelines no objetó nada, se levantó de la cama y fue a la ventana; sin darse cuenta habían estado toda la noche hablando y el día les había llegado. José se levantó hacia las nueve y media y al no ver a su hermana fue pasando por los cuartos.

 

 - Hola ¿A qué hora te has levantado?

 

- No te importa.

 

- Esta bien, no hace falta que me comas. – dicho esto salió de la habitación.

 

- Cálmate, no tiene la culpa José.

 

- Lo se. – dijo saliendo de la habitación.

 

- ¡Cómo son las mujeres! – Cara le echó una mirada de sorpresa.

 

- ¿Qué? No me mires así que no he dicho nada, ven vamos.

 

- Carol, me voy a trabajar.

 

Dicho esto salió de casa como siempre guiado por su fiel amiga, de camino al trabajo se volvió a encontrar con Marta.

 

- Oye, Miguel ¿Tienes tiempo?

 

- Sí quieres, mientras hago mi trabajo, ¿Me acompañas?

 

- De acuerdo. Verás, voy a ser sincera contigo: Te quiero.

 

- Mira, Marta, estoy seguro de que lo único que sientes atracción, vamos, sé realista, de verdad ¿Pasarías la vida con un invidente?

 

- Pues claro que sí, tu problema no me importa para nada si me dejas entrar en tu vida, estaré cerca de tus ojos, seré tus ojos – dijo emocionada.

 

Miguel la abrazó y la besó, esta no objetó nada y se dejo, después palpó su rostro y con delicadeza le retiro las lágrimas de los ojos y añadió.

 

- No quiero verte triste, me tienes contigo.

  

Postrada en mi cama

Postrada en mi cama

Acostada en esta detestable posición, con las piernas heridas y brazos cruzados, sin poder moverlos, tanto por iniciativa propia como por esta atado. Llevo eternos días sin probar bocado, en los que mis únicos pensamientos van dirigidos hacia el mas allá. No comprendo por que estoy aquí, no soy uno de ellos. Mi forzado estado me obliga a soportar mis propios excrementos. Quisiera evadirme de estas cuatro paredes que se han convertido en mi hogar... dulce hogar. ¿Como puedo acabar con este suplicio?

 

Por lo menos mi imaginación fértil ha permanecido intacta ¿Cuanto tiempo llevo aquí? He perdido la cuenta y probablemente nunca vuelva a ver un calendario. Veo el techo descascarillado, es la única cosa con la que he tenido en contacto visual durante mi estancia en este abismo terrenal.

 

 ¿Como será la muerte? Será peor de lo que estoy viviendo. No creo. Si mi destino estuviera en sus manos, ya me hubiera admitido tiernamente en su seno, como su hijo. ¿Quien decidió por mi?¿Donde queda mi libre albedrío? Yo no he escogido estar aquí, como ninguno de los que comparten este sitio. Vivir en estas condiciones es inhumano y reto a cualquiera que quiera conocer realmente lo que es sufrir. En este lugar, el dolor es físico por que las escaras infectadas me producen un dolor punzante, cuando no es el olor de heces y orines lo que asalta mi propio asco. El peor castigo, es tener plena conciencia de mis facultades intelectuales por que lo único que me permitido hacer es pensar. Y pensar ideas coherentes todo el día sin poder llevarlas a cabo, es sentirse inútil e impotente ante mi realidad. Solo puedo esperar a fallecer de muerte natural, por que nadie me sacara de aquí.

 Dicen que entre el genio y la locura, hay una estrecha línea que los separa. Por lo visto, en mi caso, la moneda cayo del lado equivocado....  

 

El precipicio

El precipicio

El whisky no me sabía como otros días. Me encontraba sentado en mi taburete favorito, con los ojos próximos al vaso tratando de enfocar mi propio reflejo sobre el licor. Siempre tomaba uno al salir del gimnasio, en esta sobria taberna, donde nunca había conversación.

 

Entro un tipo y se sentó a mi lado. Yo al principio ni lo miré, seguía sumido en mis pensamientos, en mis innumerables e irresolubles problemas. Pero él inició la conversación…

 

− ¿Mal día amigo? Tiene mala cara

 

Tardé unos segundos en contestar, mientras miraba su rostro. No me gusto. Algo en aquel tipo me causaba ofuscación. Decidí dar una contestación cortante.

 −Es la mía y está siempre así. − Y volví a centrar mi atención en el vaso. Me veía a mi mismo como una especie de aberración.

El tipo pidió un gintonic y durante unos instantes no volvió a hablar, aunque se le notaba inquieto sobre el taburete.

 

− ¿Ha oído hablar del asesino, ese que azota nuestra ciudad? Cuatro niñas nada menos, y las malas lenguas dicen que hay sexo después de muertas… ¿Qué le parece?

 

− Me parece que es mejor que antes, así no sufren.

 

− Ese es un punto de vista realmente extraño amigo, realmente extraño… pero no te falta razón.

 

Aquel hombre tenía un aspecto añejo, con gafas de culo de botella de pasta marrón, grandes, completamente pasadas de moda y una sonrisa siniestra. El hombre continuó hablando, parecía que no podía dejar de hacerlo.

 

− ¿Qué puede motivar a alguien a realizar actos como ese? ¿Qué pasa por la mente de alguien así?

 

− El deseo− respondí−. La gente no comprende que el deseo para algunos resulta irrefrenable. Cuando el deseo no llega para satisfacernos, algunas personas, caminan hacia el precipicio para saciarlo.

 

− Caramba amigo, parece que tiene respuestas para todo, incluso diría que conoces al autor de tan macabros actos.

 

− No lo conozco, pero contrariamente a los demás, puedo llegar a comprenderlo, aunque me causen nauseas como al resto de los mortales.

 

− Eso me deja más tranquilo.

 

Estaba harto de aquella conversación, apuré mi trago y pedí la cuenta.

Anochecía y me acerqué a pasear por el parque. Dos preciosas niñas jugaban con una cuerda… estaba realmente deseables… esa noche, el deseo me precipitaría al precipicio una vez más.