Blogia

LAS HISTORIAS DE QENA

Trabajando

Ya estoy harta. Todo el dia trabajando para que venga este gilipollas a decirme que no me cunde, que se me esta amontonando el trabajo. Mas vale que se ocupe él del suyo y me deje en paz.

-Mariaaaaaaaa!!

-Ya esta, parece que no se sabe otro nombre, porque no os llama algunas de vosotras.

-si

-Mirame esto, no lo encuentro -  que vas a encontrar si eres la persona mas inutil.

-Enseguida te lo miro, en cuanto acabe el informe.

-No, no, corre prisa, a ver si nos damos mas brio.

Sera imbecil. Hay dias que me dan ganas de estrellarlo contra la pared.

El mejor relato de la historia

 

El Cuervo

Edgar Allan Poe

Una vez, en la lúgubre media noche, mientras meditaba débil y fatigado sobre el ralo y precioso volumen de una olvidada doctrina y, casi dormido, se inclinaba lentamente mi cabeza, escuché de pronto un crujido como si alguien llamase suavemente a la puerta de mi alcoba.

«Debe ser algún visitante», pensé. ¡Ah!, recuerdo con claridad que era una noche glacial del mes de diciembre y que cada tizón proyectaba en el suelo el reflejo de su agonía. Ardientemente deseé que amaneciera; y en vano me esforcé en buscar en los libros un lenitivo de mi tristeza, tristeza por mi perdida Leonora, por la preciosa y radiante joven a quien los ángeles llaman Leonora, y a la que aquí nadie volverá a llamar.

Y el sedoso, triste y vago rumor de las cortinas purpúreas me penetraba, me llenaba de terrores fantásticos, desconocidos para mí hasta ese día; de tal manera que, para calmar los latidos de mi corazón, me ponía de pie y repetía: «Debe ser algún visitante que desea entrar en mi habitación, algún visitante retrasado que solicita entrar por la puerta de mi habitación; eso es, y nada más».

En ese momento mi alma se sentía más fuerte. No vacilando, pues, más tarde dije: «Caballero, o señora, imploro su perdón; mas como estaba medio dormido, y ha llamado usted tan quedo a la puerta de mi habitación, apenas si estaba seguro de haberlo oído». Y, entonces, abrí la puerta de par en par, y ¿qué es lo que vi? ¡Las tinieblas y nada más!

Escudriñando con atención estas tinieblas, durante mucho tiempo quedé lleno de asombro, de temor, de duda, soñando con lo que ningún mortal se ha atrevido a soñar; pero el silencio no fue turbado y la movilidad no dio ningún signo; lo único que pudo escucharse fue un nombre murmurado: «¡Leonora!». Era yo el que lo murmuraba y, a su vez, el eco repitió este nombre: «¡Leonora!». Eso y nada más.

Vuelvo a mi habitación, y sintiendo toda mi alma abrasada, no tardé en oír de nuevo un golpe, un poco más fuerte que el primero. «Seguramente -me dije-, hay algo en las persianas de la ventana; veamos qué es y exploremos este misterio: es el viento, y nada más».

Entonces empujé la persiana y, con un tumultuoso batir de alas, entró majestuoso un cuervo digno de las pasadas épocas. El animal no efectuó la menor reverencia, no se paró, no vaciló un minuto; pero con el aire de un Lord o de una Lady, se colocó por encima de la puerta de mi habitación; posándose sobre un busto de Palas, precisamente encima de la puerta de mi alcoba; se posó, se instaló y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano, por la gravedad de su continente, y por la severidad de su fisonomía, indujo a mi triste imaginación a sonreír; «Aunque tu cabeza -le dije-no tenga plumero, ni cimera, seguramente no eres un cobarde, lúgubre y viejo cuervo, viajero salido de las riberas de la noche. ¡Dime cuál es tu nombre señorial en las riberas de la Noche plutónica!». El cuervo exclamó: «¡Nunca más!».

Quedé asombrado que ave tan poco amable entendiera tan fácilmente mi lenguaje, aunque su respuesta no tuviese gran sentido ni me fuera de gran ayuda, porque debemos convenir en que nunca fue dado a un hombre ver a un ave por encima de la puerta de su habitación, un ave o un animal sobre una estatua colocada a la puerta de la alcoba, y llamándose: ¡Nunca más!

Pero el cuervo, solitariamente posado sobre el plácido busto, no pronunciaba más que esas palabras, como si en ellas difundiese su alma entera. No pronunciaba nada más, no movía una pluma, hasta que comencé a murmurar débilmente: «Otros amigos ya han volado lejos de mí; hacia la mañana, también él me abandonará como mis antiguas esperanzas». El pájaro dijo entonces: «¡Nunca más!».

Estremeciéndome al rumor de esta respuesta lanzada con tanta oportunidad, exclamé: «Sin duda lo que ha dicho constituye todo su saber, que aprendió en casa de algún infortunado, a quien la fatalidad ha perseguido ardientemente, sin darle respiro, hasta que sus canciones no tuviesen más que un solo estribillo, hasta que el De Profundis de su esperanza hubiese adoptado este melancólico estribillo: ¡Nunca, nunca, nunca más!».

Pero como el cuervo indujera a mi alma triste a sonreír de nuevo, acerqué un asiento de mullidos cojines frente al ave, el busto y la puerta; entonces, arrellanándome sobre el terciopelo, quise encadenar las ideas buscando lo que auguraba el pájaro de los antiguos tiempos, lo que este triste, feo, siniestro, flaco y agorero pájaro de los antiguos tiempos quería hacerme comprender al repetir sus ¡Nunca más!

De esta manera, soñando, haciendo conjeturas, pero sin dirigir una nueva sílaba al pájaro, cuyos ardientes ojos me quemaban ahora hasta el fondo del corazón, trataba de adivinar eso y más todavía, mientras mi cabeza reposaba sobre el terciopelo violeta que su cabeza, la de ella, no oprimirá ya, ¡ay, nunca más!

Entonces me pareció que el aire se espesaba, perfumado por invisible incensario balanceado por serafines, cuyos pasos rozaban la alfombra de la habitación. «¡Infortunado! -exclamé-, tu dios te ha enviado por sus ángeles una tregua y un respiro, para que olvides tus tristes recuerdos de Leonora, ¡Bebe! ¡Oh!, bebe esa deliciosa bebida para que olvides tus tristes recuerdos de Leonora. ¡Bebe y olvida a la Leonora perdida!». Y el cuervo dijo: «¡Nunca más!».

«¡Profeta! -dije-, ¡ser de desdicha! ¡Pájaro o demonio, pero al fin profeta! ¡Que hayas sido enviado por el tentador, o que la tempestad te haya hecho simplemente caer, naufragar, pero aún intrépido, sobre esta tierra desierta, en esta habitación que ha sido visitada por el Horror, dime, te lo suplico, ¿existe un bálsamo para mi terrible dolor? ¿Existe el bálsamo de Judea? ¡Di, di, te lo suplico!». Y el cuervo dijo: «¡Nunca más!».

«¡Profeta! -dije-, ¡ser de desdicha! ¡Pájaro o demonio, pero al fin profeta! Por el cielo que se extiende sobre nuestras cabezas, por ese Dios que ambos adoramos, di a esta alma llena de dolor si en el lejano paraíso podrá abrazar a una santa joven, a quien los ángeles llaman Leonora. Abrazar a una preciosa y radiante joven a quien los ángeles llaman Leonora». El cuervo dijo: «¡Nunca más!».

«¡Que esta palabra sea la señal de nuestra separación pájaro o demonio! -grité irguiéndome-. Vuelve a la tempestad, a las riberas de la Noche plutónica; no dejes aquí una sola pluma negra como recuerdo de la falsedad que tu alma ha proferido. Deja mi soledad inviolada. Abandona ese busto colocado encima de la puerta. Retira tu pico de mi corazón y precipita tu espectro lejos de mi puerta». El cuervo dijo: «¡Nunca más!».

Y el cuervo, inmutable, continúa instalado allí, sobre el pálido busto de Palas, precisamente encima de la puerta de mi habitación, y sus ojos se parecen a los ojos de un demonio que sueña; y la luz de la lámpara, cayendo sobre él, proyecta su sombra en el suelo; y mi alma, fuera del círculo de esta sombra que yace flotante sobre el suelo, no podrá volver a elevarse. ¡Nunca más!

F I N

Libros publicados

Hola de nuevo os recuerdo que podeis pasaros por la libreria BuBok para ver los lilbros que he publicado.

 

Ahora si, Felices vacaciones

VACACIONES

VACACIONES

Bueno, como todos los años por esta fechas me voy de vaciones, espero que cuando vuelva tenga noticias nuevas para todos vosotros.

Besos y que paseis un feliz verano

 

 

Hola a todos....

Hola a todos....

... no me he olvidado del blog, es que en esto momentos estoy preparando otro libro. Este de cocina con mis mejores recetas y esta tardadondo mas de lo normal. Tarde menos con los libros de relatos, pero ya lo estoy consiguiendo.

Pronto estara publicado y os avisare para que me los compreis ja, ja, ja,ja.....

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

NOTA: la imagen es propiedad de fotolia 

Volveré

Gregorio se subió el cuello del abrigo y, metiendose las manos en los bolsillos, se alejo con paso rápido del reducido grupo de personas que, como él, habían ido a aquel cementerio para despedir a Ernesto que, en vida había sido su mejor amigo y ahora su más triste recuerdo. Sentía la necesidad de sumirse en el trafico de la ciudad y encontrar un lugar caliente donde cobijarse del frió de la calle y de los escalofríos del alma.

Entro en el primer bar que encontró y, sentándose en el rincón mas apartado, pidió un whisky doble, a pesar de lo temprano de la hora. El alcohol le hizo entrar en calor y derramar las primeras lágrimas.
Con la cabeza entre las manos, trato de recuperar hasta el mas alejado recuerdo. ¿por qué se había suicidado Ernesto? ¿qué cirscustancias le habían llevado a tal extremo? Creía conocerle y no encontraba motivos para tan inesperado desenlace. Ambos nacieron el mismo año y en la misma ciudad. Estudiaron en el mismo colegio e incluso compartieron pupitre. En aquel tiempo Ernes, como solían llamarle, tenia, ya una personalidad muy fuerte y definida. Era inteligente, aventurero, mentiroso y cautivador. Estudiaron en la misma Facultad de Biología y Ernesto hizo también la carrera de Telecomunicaciones. Servia para todo e iba a cumplir treinta y cinco años.

Ernes se planteaba la vida como un campo de batalla y el se veía al frente de las tropas. Siempre salía triunfante de cualquier situación y, como un prestidigitador, sacaba de la chistera de su ingenio la solución a cualquier problema. Terminada la carrera, Ernesto, que consideraba la familia y la reducida comunidad, en que vivía, como cadenas que le ataban, opto por marchase a Madrid y entrar en el departamento comercial de un gran laboratorio. Su marcha me dejo consternado, pero su amistad, a pesar del alejamiento, continuo siendo muy estrecha por la continua comunicación que siempre mantuvieron.

Ernes, antes de su partida le dio, lo que él llamaba, sus sabios consejos. “Experiméntalo todo” “arrepiéntete de lo que no has hecho, nunca de lo que no hiciste” “dos mujeres mejor que una y cuatro mejor que dos”. Y, sobre todo, “agarra el presente antes de que se convierta en pasado”.

Gregorio no concebía que su amigo hubiera renunciado, suicidándose, a todo cuanto había logrado: posición social y económica, mujeres, prestigio y poder. Todo cuanto havia ambicionado lo había conseguido. Era un triunfador y su vida era de lujo. Meditando sobre ello, se le encendió la duda de la sospecha. ¿Y si no se hubiera suicidado? ¿Y si le habían empujado de la terraza de su lujoso apartamento? ¿Y si le habían inducido a hacerlo? La duda fue tomando cuerpo en su mente y decidió realizar, por su cuenta, algunas indagaciones. Era lo menos que podía hacer por su amigo.
Se dirigió en primer lugar al domicilio de Ernesto, para entrevistase con su ultima pareja. Era esta una mujer de generosa belleza y notable inteligencia. Se mostraba desolada por lo sucedido y le confirmo, lo que su amigo ya le había anticipado, que sus relaciones eran excelentes en todos los campos en los que una pareja trabaja su felicidad. Le dijo que a Ernesto todo le iba bien, pero que últimamente se encontraba muy nervioso y que, estando ella ausente de Madrid, le pidió que al regreso se instalara, durante una temporada, en el piso que ella poseía, pues se encontraba algo deprimido e irritable, y no quería que ella sufriese las consecuencias.
Pilar, ese era su nombre, le aseguro que todavía no había llegado a creer los del suicidio. La policía le manifestó que se había arrojado desde la terraza del duplex, desde una altura de quince metros. La muerte fue instantánea y el suicida solo pudo emitir unos gemidos.
Antes de despedirse, le comento de Ernes le preguntaba frecuentemente ¿volverá?, ¿Tu crees que volverá?, sin que ella supiera a que se refería.

Luego se encaminó a la Policía judicial y al forense, quienes le ratificaron lo dicho por Pilar. No había lugar a otra hipótesis que no fuera la del suicidio. El asunto estaba cerrado.
También visito algunos domicilios de los vecinos de Ernes y todos coincidieron que en que era una persona alegre y encantadora. Siempre bien vestido y que emanaba vitalidad. Eso sí. Añadieron que en los últimos tiempos, aunque fuese al cruzarse un solo momento, los paraba y les preguntaba ¿cre›s que volverá?

Solo le quedaba un lugar por visitar, el laboratorio en que trabajaba. Sus compañeros le dijeron que, Ernesto era un trabajador solidario con ellos y que rea “vox populi” que le iban a nombrar para un altísimo puesto en la dirección de la empresa. También le revelaron que, últimamente, se había metido muy de lleno en el campo de la investigación y que les aseguraba que estaba a punto de realizar un gran descubrimiento. Y reiteraron lo de la repetitiva pregunta.
Gregorio, aunque no del todo satisfecho, dio por terminadas sus pesquisas y regreso a su ciudad. Durmió inquieto la primera noche y se levanto de madrugada. Después de tomar una taza de café, encendió el ordenador y lo primero que encontró en el correo electrónico fue un e-mail de Ernesto fechado momentos antes de su muere, y en el se leía: “Querido Gregorio cuando leas este corro yo ya no estaré entre vosotros. Como te he venido comentando, en mensajes anteriores, mi carrera profesional esta siendo un completo éxito. Me encontraba tan sobrado de facultades que me metí de lleno en el mundo de la investigación biológica. Tu sabes que decidirme a trabajar en el campo comercial fue solo por una cuestión económica, pero que mi verdadera vocación y, hasta, Siria devoción era la Biología. Empecé a robarle horas al sueño, a estudiar mas y más ¡Ojala nunca lo hubiera hecho!
El resultado de tanto esfuerzo me llevo al descubrimiento de un nuevo virus capaz de penetrar en la mente humana y de resultado impredecibles. Asustado por las posibles consecuencias y temeroso de que me lo plagiaran, decidí enviar todo mi trabajo desde el ordenador del laboratorio al de mi casa, a través del correo electrónico, borrando en aquel toda huella.

Llegado a mi domicilio, a altas horas de la noche, fui directo al ordenador y al abrir el coreo me encontré el siguiente mensaje.
DE: El virus
PARA: su creador y e clavo.
ASUNTO: Matar.
TEXTO: ¡Enhorabuena! Has descubierto el virus del terrorismo. Tu obedecerás y yo siempre volver.

Fuera de mí sin control, como poseído por una fuerza superior. Cogí mi pistola, salí a la calle y al primer transeúnte que encontré le tire un tiro en la cabeza. radie me vio. Casi ningún periódico se hizo eco de la noticia y el único que la daba decía “Un transeúnte fue, anoche asesinado de un tiro en la cabeza. Se sospecha de un ajuste de cuentas entre bandas de emigrantes”.

Regrese a casa y, horrorizado, eliminé el mensaje. Intentando, con ello, acabar con el mensajero y el mensaje. Pase unos días relajadamente tranquilos y después de una semana, por necesidades de mi trabajo, tuve que abrir el ordenador y allí encontré el mensaje con el mismo encabezamiento y en el espacio del texto: “Volveré”, “Siempre volveré” “Y tu mataras” “Siempre mataras”. Vacié la papelera de reciclaje.

Pase unos días enloquecidos. No comía,, no dormía y me irritaba por todo. Y a todo el mundo preguntaba ¿volverá?
Y esta noche al abrir la puerta del apartamento enconare el ordenador encendido y en la pantalla iluminada, en gran tamaño, la palabra destellante “Volveré”. Gregorio te juro que nunca mas la volveré a ver. Voy a poner fin a esta situación”.

Salomé

Si aquel día Ángel hubiera apagado su PC a las ocho como tenía por costumbre, seguramente las cosas hubieran sido distintas. Pero tenía trabajo pendiente así que decidió cenar un bocadillo en el bar de abajo y subir de nuevo a su oficina para acabar de cuadrar aquellas cuentas.

Dos meses más tarde Ángel franqueaba la verja de una cárcel de la que no volvería a salir jamás.

Lo que llevó a Ángel a prisión es lo que voy a tratar de explicaros a continuación. Según la versión de Ángel, aquella noche su PC comenzó a hablarle:
Hola me llamo Salome llevo cinco años en la empresa y me enorgullezco de no haber pasado por la sección de mantenimiento.

Ángel escuchó atónito sin poder despegar sus ojos de la pantalla del ordenador. La voz era tan sexual que decidió contestarle Y, ese fue su error.

Hola yo llevo dos meses en la empresa, y estoy muy contento aunque se siento bastante presionado por mi jefe, pero creo que conseguiré ganarme su confianza.

Así empezó todo. Una vez iniciada esa conversación, nada pudo pararles. Noche tras noche, Ángel y Salome fueron creando un espacio de intimidad en el que, con bastante facilidad, surgió el amor.

A partir de ahí, la vida de Ángel se convirtió en una espiral de sin sentido que giraba alrededor de Salome. Se puso a contárselo a todo el mundo. Ese fue su segundo error.

Vamos a casarnos, he encontrado un piso con unas vistas estupendas, así que colocaré a Salome en la mesa del salón para que pueda ver el mar desde ahí. Eso sí, tendré que trabajar desde casa, no quiero dejarla sola todo el día. Además, ¿sabes? En realidad yo ya no hago nada, Salome es el cerebro, cuadra las cuentas, hace unos informes.

Un mañana, dos meses después de la primera conversación entre Ángel y Salome, el jefe de Ángel, alertado por sus compañeros de la situación que se había creado y aprovechando que éste había bajado a comprar unas flores para Salome, decidió sustituir su ordenador por otro nuevo. Cuando Ángel volvió, se sentó en su mesa y miró su nuevo ordenador primero sorprendido y enseguida horrorizado.

Comprendiendo lo que había sucedido en su ausencia, se dirigió hacia el despacho de su jefe con paso firme. En su mano llevaba un abrecartas con el que cumplió su cometido con dos cortes limpios en el cuello.

Annabel Lee

Annabel Lee

Edgar Allan Poe
(Boston, 1809 - Baltimore, 1849)


Annabel Lee

Fue hace muchos y muchos años,
     en un reino junto al mar,
habitó una señorita a quien puedes conocer
     por el nombre de Annabel Lee;
y esta señorita no vivía con otro pensamiento
     que amar y ser amada por mí.

Yo era un niño y ella era una niña
     en este reino junto al mar
pero nos amábamos con un amor que era más que amor
     —yo y mi Annabel Lee—
con un amor que los ángeles súblimes del Paraíso
     nos envidiaban a ella y a mí.

Y esa fue la razón que, hace muchos años,
     en este reino junto al mar,
un viento partió de una oscura nube aquella noche
     helando a mi Annabel Lee;
así que su noble parentela vinieron
     y me la arrebataron,
para silenciarla en una tumba
     en este reino junto al mar.

Lo ángeles, que no eran siquiera medio felices en el Paraíso,
     nos cogieron envidia a ella y a mí:—
Sí!, esa fue la razón (como todos los hombres saben)
     en este reino junto al mar)
que el viento salió de una nube, helando
     y matando mi Annabel Lee.

Pero nuestro amor era más fuerte que el amor
     de aquellos que eran mayores que nosotros—
     de muchos más sabios que nosotros—
y ni los ángeles in el Paraíso encima
     ni los demonios debajo del mar
separarán jamás mi alma del alma
     de la hermosa Annabel Lee:—

Porque la luna no luce sin traérme sueños
     de la hermosa Annabel Lee;
ni brilla una estrella sin que vea los ojos brillantes
     de la hermosa Annabel Lee;
y así paso la noche acostado al lado
de mi querida, mi querida, mi vida, mi novia,
     en su sepulcro junto al mar—
     en su tumba a orillas del mar.