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LAS HISTORIAS DE QENA

Carta de un amigo

Hola Virginia:

 

Mucho ha sucedido en los años desde que nos conocíamos, el tiempo ha ido gritando los silencios desde los que poder encontrar esa paz interior que nos asombra en muchos intentos de comenzar de nuevo, de comprender que nada tiene explicación desde la mente, que los verdaderos sueños son los que se viven desde el corazón y las barreras solo se instalan cuando nos dejamos llevar por nuestro ego.

 

Hace tiempo ya no se nada de ti, seguro que navegas por tu propio mar, en tu propia burbuja que ahora compartes con quiénes has dejado acercar dentro de ti, escondiendo los miedos de debajo de la cama para en un futuro poder encontrarte contigo misma y sentir que todo lo que compartimos es la experiencia que nos inunda lentamente hacia el amor universal, el amor que llevamos dentro y que cuando lo sentimos muy de fuerte, muy de escuchar, muy de no esperar, llegamos a entender a quiénes se han perdido por parecidos caminos y llegado a encender la vela que les ilumina en la oscuridad.

 

Bonitos los sueños, reales las palabras que guardas en tus personajes, fieles a la creación, maquillados con otros nombres que completan la colección de quiénes se entregan a poder encontrarse dentro del mismo escenario y completar las frases que ahora puedes dedicar a quiénes pasaron por tu vida y se marcharon, a los que vuelven de nuevo para marchar más lejos, y a quiénes nunca llegaron aunque estuvieron tan cerca, que los sentías entre tus brazos cuando los ojos dejaban de mirar al infinito.

 

Te deseo todo lo mejor que a un ser humano se le puede desear, te encuentro en este momento desde el que he podido encontrar tus palabras en los libros que compartes con el universo, con los amores que llevas guardados dentro de ese cuerpo que te ha servido para llegar hasta el momento oportuno para poder dar el salto a un nuevo peldaño de tu evolución y enriquecer el sentido de la comunidad, de quiénes están a tu lado aunque la distancia física pueda ser inmensa, pues la distancia en el amor no existe, ni tampoco puede dejar que un beso pueda quedar solo, ya que con estas manos te entrego este trocito de tiempo, de amor, de un beso en los labios que hacen de tus días y noches la presencia desde la que puedes encontrar el alma que te hace estar entre el cielo y la tierra, entre tu y yo.

 

Gracias y felices sueños.

 

Miguel José. 22.6.2010

Las Botas

Las Botas

Es éste un amor antiguo. Nuestras miradas se cruzaron a través de los cristales de un escaparate en Budapest.

Fue algo después cuando me azotó la evidencia de que eran unas botas. Altas, acordonadas hasta por debajo de la rodilla y con alma de patinadoras pero de un cuero tosco y primario que apeló a mis instintos más básicos. Supongo que no necesito decir que entré en la tienda y me las llevé puestas.

 No fue fácil nuestro mutuo acomodo, lo reconozco. Embutida en ellas creí que iba a poder ir como descalza, pero tenían demasiada personalidad para plegarse así, a la primera. Ya en los primeros pasos empezaron a encabritarse como dos potros gemelos y ni siquiera lo hacían al unísono sino que cada una llevaba su ritmo y me hicieron perder el equilibrio un par de veces.

Comprendí que tenía que ganármelas y las acaricié torpemente con los dedos de los pies y con los talones pero sin aflojar las riendas ni por un momento. No era el tacón lo inquietante porque aunque algo alto era grueso, ni la suela de goma bien recortada, ni la puntera tan elegante, ni los cordones severos que hacen de ellas botas de cuello alto, sino el conjunto de todo ello.

Hemos recorrido ya innumerables carreteras, autovías, caminos, senderos y campos a través sin detenernos en perfecta simbiosis. Adoro su color de casco de barco oxidado que acabara de emerger de las arenas de una playa olvidada. Apenas tienen arrugas de genuflexión en el empeine porque no me arrodillo fácilmente en la vida y ellas mucho menos.

 Cuando en el dibujo de la suela se les encajaron la primera vez piedras pequeñas intenté intervenir, pero me dieron a entender que sólo ellas deciden a qué viajero espontáneo quieren dejar acomodarse en sus entresijos y por cuanto tiempo.

 Si por algún motivo me desprendo de ellas, y dormir no es motivo, las dejo en las inmediaciones y las veo erguidas, sostenidas por mi ausencia.

Una temporada que pasé descalza en una playa, las dejé en casa unas semanas y cuando volví estaban alicaídas. Su venganza fue echarse a andar hacia un descampado horrible durante horas.

Cuando con ellas puestas las miro desde arriba me hacen un guiño cómplice y mueven la puntera una o dos veces desplegando esa locuacidad silenciosa a la que me tienen acostumbrada. Son ellas las que me unen a la tierra y me separan de ella al mismo tiempo.

Han pasado muchos años desde aquella primera euforia que trae el amor, pero ahora ya es otra, la de saberse comprendida. ¿O a esto no se le llama euforia? Pues debería.

 

 

Un deseo irrefrenable

Un deseo irrefrenable

El whisky no me sabía como otros días. Me encontraba mustio en mi taburete favorito, con los ojos fijos en el vaso tratando de enfocar mi propio reflejo sobre el vaso. Siempre tomaba uno al salir del gimnasio, donde nunca nadie hablaba con nadie, solo se estaba…

El tipo se sentó a mi lado. Yo al principio ni le miré, seguía sumido en mis pensamientos. Pero él inició la conversación…

− ¿Mal día amigo? Tiene mala cara

Tardé unos segundos en reaccionar, mientras investigaba su rostro. No me gustaba. Algo en el me causaba turbación y ansiedad. Decidí dar una contestación cortante.
−Es la mía y está siempre así. − Y volví a centrar mi atención en mi vaso

El tipo pidió un gintonic y durante unos instantes no volvió a hablar, aunque se le notaba inquieto sobre el taburete.

− ¿Ha oído hablar del asesino, ese que “azota nuestra ciudad”? Cuatro niñas nada menos, y las malas lenguas dicen que hay sexo después de muertas… ¿Qué le parece?

− Me parece que es mejor que antes, así no sufren.

− Ese es un punto de vista realmente extraño… pero no te falta razón.
Aquel hombre tenía un aspecto anticuado, con gafas de culo de botella de pasta marrón, grandes, anticuadas, completamente pasadas de moda y una sonrisa siniestra, perversa. El hombre continuó hablando, parecía que no podía dejar de hacerlo.

− ¿Qué puede motivar a alguien a realizar actos como ese? ¿Qué pasa por la mente de alguien así?

− El deseo− respondí−. La gente no comprende que el deseo para algunos resulta irreprimible. Cuando el deseo no llega para satisfacernos, en ocasiones, algunas personas, caminan hacia el abismo para saciarlo.

− baya, parece que tiene respuestas para todo, incluso diría que conoce al autor de tan tristes sucesos.

− No lo conozco, pero contrariamente a los demás, puedo llegar a comprenderlo, aunque me causen nauseas como al resto de los mortales.
− Bien, eso me deja más tranquilo.

Estaba harto de aquella conversación, apuré el último trago y pedí la cuenta. Acto seguido y sin despedirme abandoné el local.

Anochecía y me acerqué a pasear por el parque. Dos preciosas niñas jugaban con una cuerda… estaba realmente deseables… esa noche, el deseo me precipitaría al abismo una vez más.



Una vida nueva

Una vida nueva

Como vereis he vuelto a poner mis historias otra vez y estoy escribiendo de nuevo, cosa que no hacia hace mucho. Eso significa que ultimamente mi vida esta cambiando mucho y me gusta el rumbo que toma.

Pronto publicare otra historia que estou acabando de escribir. De momento os pongo un enlace de unos libros que tengo publicados en una libreria en la red.

Un saludo a todos.

https://www.bubok.es/tienda/Narrativa/Relatos-y-cuentos

Aproposito os recuerdo que los libros estan escritos com ni monbre autentico.

La Esfera

La Esfera

Capitulo I

Recuerdo un túnel oscuro y como iba bajando a gran velocidad, me aferraba a las paredes de mi burbuja sin entender lo que me estaba sucediendo.

A mi alrededor otras burbujas como la mía flotaban bajando por el túnel y podía ver las caras, todas ellas con expresión de temor; las pude ver en la oscuridad, ya que eran entes Al fondo vi la luz y una cálida voz nos iba dando la bienvenida.

Cuando me tocó el turno a mí, salí como una centella al exterior, la verdad es que poco recuerdo de mi existencia dentro de aquella cueva enorme, caliente y oscura, solo sé que todos nosotros permanecíamos flotando en nuestras burbujas líquidas, la mayor parte del tiempo durmiendo, ya que todavía éramos muy débiles en aquella época y no estábamos preparados para pensar ni actuar por nosotros mismos; solamente nos limitábamos a existir.

Al salir una potente luz me hirió mis frágiles pupilas, cuando logré reponerme, medio cegada y mareada, miré a mi alrededor y vi mucha hierba de color blanco movida por una suave brisa y más allá unos surtidores de donde salía un vapor espeso semitransparente.

Al poco se me acercó una figura, llevaba una túnica blanca y los cabellos del mismo color que le rozaban los hombros, se mantuvo frente a mí flotando en su burbuja y me sonrió. Yo me alegré de verle y me sentí al instante protegida, ya que aquel ser que nos daba la bienvenida a ese lugar emanaba una extraña fuerza.

Hizo aparecer del aire una túnica exactamente igual que la suya y me la tendió, pude acogerla con facilidad a través de las paredes blandas de mi burbuja, como un objeto pasa a través de una pompa de jabón.

Me puse aquella ropa, cerca de mí, otras gentes como yo, pequeñas y extrañas, recorrían aquel lugar maravilladas.

Había plantas y flores, todas de color blanco, y una neblina amarillenta que lo hacia parecer todo confuso e irreal. Aunque bien pensado... ¿que es lo que era real o no para mí? yo que acababa de nacer, que solamente era una criatura que no sabia nada de nada.

Acerqué una mano para tocar su rostro a través de la superficie de mi burbuja; me gustó su cara aunque todavía no diferenciaba la belleza, pues era el primer rostro que admiraba. No sabía siquiera como era yo o el resto de mis compañeros.

Traté de decirle algo, cualquier cosa, pero no lo conseguí. Al no conseguirlo, noté que una lágrima caliente recorría mi mejilla. La figura sacudió la cabeza con apariencia tranquila y me dijo con palabras mudas que oí en mi mente:

- No te preocupes, estate tranquila

Me serené y probé mentalmente a comunicarme:

-¿Quien soy yo y que hago aquí?

-Nosotros somos "Ruach", por desgracia una especie en peligro de extinción, este será vuestro mundo a partir de ahora.

-Y tu, ¿quien eres?

-Puedes llamarme Uriel y seré vuestro guía, debéis aprender algunas reglas básicas para vuestra supervivencia, yo intentaré enseñaros todo lo que debáis saber. Ahora puedes visitar esto que te rodea sin temor.

Uriel ya se iba, alejándose de mi lado para alentar a otros, que como yo, habían ido llegando.

Yo me quedé terriblemente sola, aquel personaje había sido la única persona que había visto desde mi nacimiento y al alejarse así tan repentinamente, me había dejado con una gran inquietud.

 Capitulo II

Así que, bajé hasta tocar el blando suelo compuesto por una fina arenilla, como la ceniza blanca y me quedé así, encogida sobre mí misma, mirando con temor todo cuánto se extendía más allá, ¡ era un lugar tan grande y yo todavía era tan pequeña e insignificante...! Sí, así era como me sentía yo, aunque mi cuerpo ya estaba totalmente desarrollado y era una persona adulta físicamente, intelectualmente era un ser muy indefenso y que poco sabía de lo que sería su vida a partir de ahora.

Cuando logré serenarme, quise descubrir como era yo, si me parecía a aquel ser tan bello, miré mis manos abriéndolas frente a mi cara y toqué mis cabellos, suaves y de un color blancuzco. Así lo parecía, porque como había dicho él, yo también era un “Ruach”.

Cuando acabé mi autoexploración, vi que por mi lado pasaban otros y me miraban con curiosidad; hasta ahora no me había percatado en ellos, pero al darme cuenta de su presencia, los vi muy felices de poder estar allí y poder pasearse a sus anchas por aquel mundo. Yo no osé moverme de allí, a diferencia de ellos, yo de buena gana me hubiera vuelto por el largo túnel y me hubiera quedado quieta en la confortable cueva y no tener que preocuparme de nada, solo dormir.

A pocos metros estaban los surtidores expulsando aquel liquido extraño, ignoraba qué función tenían, pero temía alejarme de aquel lugar conocido.

De pronto unas manos tocaron mi burbuja y hasta los más osados traspasaron las frágiles paredes con la intención de tocarme, tiraron de mis cabellos y de mis manos, tratando de que yo los siguiera.

Negué con la cabeza y me pegué a la pared que tenía detrás de mí, como finalmente decidieron marcharse, me quedé sola y al instante un sopor invadió mi cuerpo y me quedé dormida. No sé cuanto estuve así, pero me despertó la suave y arrulladora voz de Uriel. Abrí los ojos.

-Levántate y ves con los demás, ¿no te interesa conocer tu mundo? - yo negué y le respondí:

-Tengo miedo..

- Yo estoy aquí para despejaros las dudas, dime, ¿qué quieres saber? - señalé los extraños surtidores de donde brotaba aquel liquido luminoso.

-¿Qué es eso?

Son los “Manantiales luminiscentes”, ¿te gustan?- yo asentí forjando una media sonrisa, la verdad es que algo me atraía de ellos aunque no sabía la razón. Uriel me dio la mano y yo lo seguí sumisamente. Llegamos a una sala donde estaban todos los recién llegados como yo y Uriel se colocó en el centro.

- He sido asignado para ayudaras en todo lo posible, yo también he sido como vosotros y entiendo que os encontréis indefensos. Es muy fácil ser un buen “Ruach”, solamente habéis de cumplir unas leyes. Allí al fondo se encuentra “La habitación de los espejos”, allí podréis ver como sois y a través de ellos ver otros lugares, pero deberéis tener mucho cuidado, su superficie es traicionera y no podéis traspasarla como las demás paredes. Los espejos lo absorben a uno y desapareceréis para siempre si esto ocurre.

-¿Quién son la demás gente? - preguntó uno de ellos.

-Sí, sabía que me lo preguntaríais. Son los que llamamos “Naturales”, son personas que físicamente se parecen a nosotros y que siempre han vivido en este lugar. Son los legítimos habitantes de este mundo, poseen una gran fuerza, muy peligrosa para nosotros.

Los “Ruach” somos extremadamente frágiles y nos rompemos con facilidad. Ellos jamás podrán tocaros, es una de las leyes primordiales para vuestra supervivencia. Los “Naturales” no nos pueden ver tan claramente como nos vemos nosotros e intentarán tocaros, no dejéis que esto ocurra por nada del mundo. Para eso os deberéis alejar rápidamente girando a gran velocidad, eso los despistará y desistirán en su empeño.

-¿Y nosotros? ¿podremos tocarles a ellos?

-Sí, pero con extremada prudencia.

Hubieron muchas preguntas acerca de los “Naturales” y Uriel trató de contestarlas a todas:

- Carecen de burbuja, pues no la necesitan, andan por la tierra y viven en sitios cerrados. Tienen diferentes tamaños, los hay de grandes y de pequeños, hablan una lengua que a nosotros nos es imposible entender, no está formada por ondas, sino por sonidos.- Nos miró a todos dulcemente.- por favor, tened mucho cuidado con ellos, son muy peligrosos.

Entonces centró su atención en mí

- ¿y tú? ¿no tienes nada que preguntarme?-yo lo miré sin responder e hizo gesto de marcharse.

- ¡No te vayas! ¡quiero estar contigo! le tengo miedo a este lugar y a sus “Naturales”, todavía no estoy preparada para ser independiente, quiero que seas mi guía.- él asintió y, dándome la mano, me dirigió hacia la habitación de los espejos”.

Capitulo III

Ésta era una habitación bastante grande, con las paredes repletas de espejos, me dirigí a uno y pude ver mi imagen. Primero me sorprendí y retrocedí asustada, pero luego me acerqué .

Tenía el cabello muy largo y brillante que caía como una catarata sobre mis hombros y se confundía con la túnica del mismo color. Mis ojos eran profundamente rasgados de un verde verdoso. Estaba algo pálida pero eso no me importó. Era casi igual que Uriel, sólo que yo era una mujer y algo más delgada.

Mi burbuja emitía su brillo acristalado, sólo que no era sólida, era como una pompa de jabón y se podía estirar al ser muy flexible, lo malo era que al tener sus mismas características, era igual de frágil.

- ¿Te gusta lo que ves?- yo asentí- pues así eres tú.

Nos dirigimos hacia una puerta, pasamos a través de ella como si no fuera sólida y llegamos a un bello jardín, solo que allí hacía un poco de fresco y la hierba era verde en vez de blanca. Las finas brumas, como neblinas se habían disipado y pude verlo todo, ahora muy claramente. El cielo era muy azul y el sol alumbraba más, pude ver muchos seres distintos que como pude saber por boca de Uriel, se llamaban toscos y compartían ese mundo con los “Naturales En cambio a estos toscos podíamos tocarlos sin temor pues eran pacíficos. Ellos, al no estar hechos de la misma materia que nosotros, no podían traspasar nuestra burbuja y al querer cogerlos rebotaban y me era imposible.

Unas aves blancas volaron por encima de nuestras cabezas y me sentí por primera vez feliz, era un sentimiento nuevo, pero me gustó. Uriel me enseñó muchas cosas de ese mundo tan maravilloso pero yo no me alejaba mucho de su lado, a veces veíamos las casas de los “Naturales, pero no vimos a ninguno de ellos aunque miramos a través de las ventanas.

Buscamos por ahí cerca. De pronto oí la voz de Uriel que me dijo en tono alarmante:

-¡Cuidado! - me giré justo para ver a uno de ellos que venía derecho hacia a mí sin parecer verme. Yo me quedé allí sin poder moverme, pero por suerte Uriel me cogió por el brazo y me apartó a un lado. Éste habitante, entró en una de las casas y nosotros nos asomamos a una de las ventanas para observarle. Llevaba gruesas ropas y el cabello era corto y negro, andaba muy firme por la tierra como si pesara muchísimo, sus movimientos eran bruscos y pensé que sí, que no me extrañaba que fueran peligrosos para nuestra especie. Miré tristemente a Uriel y le dije:

-No me gustan los “Naturales” - este sonrió.

-Es normal que no te gusten al principio, pero ya verás, cuando aprendas a esquivarlos, ya no te asustarán y hasta podrás someterlos a tu voluntad. A los anteriores “Ruach”, los que vivían aquí antes que nosotros, les divertía mucho meterse con ellos, rompían sus cosas y hacían ruido para molestarlos.

-¿Y eso no era malo? - Uriel se encogió de hombros dando una serie de vueltas a mí alrededor volviéndose una sombra blanca. Pasó tan rápidamente que yo lo miré aturdida. Cuando paró me dijo:

-¿Has visto? Esta es la mejor manera de evitarlos, nosotros tenemos más agilidad que ellos, los cuales son muy lentos en sus movimientos, anda, pruébalo.- yo me negué, pero Uriel me obligó a hacerlo. Comencé a girar pesarosa, pero a medida que fui aumentando la velocidad, girando cada vez más deprisa, aquella sensación me gustó, pero cuando terminé estaba muy mareada. Vi a Uriel que me miraba orgulloso.

-Lo haces muy bien, creo que aprenderás rápido.- Yo sonreí, pero luego me quedé seria. Eso quería decir que nos tendríamos que separar y yo no quería.

-¿Te... te irás pronto? - él se acercó lentamente

- Debes comprender que yo tengo que enseñar a otros como tú, ahora crees que me necesitas porque te sientes insegura y dependes de mí, pero cuando pruebes a vivir tú sola, esa sensación se desvanecerá y ya no me necesitarás más, siempre ha sido igual. - Yo quise protestar, pero él me puso un dedo en los labios y negó con la cabeza. Cuando por fin se alejó, yo estaba muy triste.

Capitulo IV

Era ya de noche cuando todavía estaba por allí, vi a algunos como yo que se metían en refugios hechos en la roca y yo los imité. Al entrar, la oscuridad me envolvió pero se estaba bien, recordé mi vida antes de llegar a este mundo, flotando y durmiendo en aquella enorme cueva de los “manantiales de luz”. Me acurruqué en un rincón y cerré los ojos, flotando a unos metros del suelo intentando conciliar el sueño. Se oían los ruidos de la noche y el aullido de un animal me sobresaltó, también se podían oír las ramas de los árboles, rozar el techo de la cueva.

Desde donde yo estaba podía ver un trozo de entrada y distinguí a Uriel que iba recorriendo los diferentes refugios, uno a uno, para cerciorarse de que estábamos bien, cuando entró en el mío, se dio cuenta de que estaba despierta y se sorprendió:

-Aún despierta

-Lo estoy intentando, de verdad, pero no puedo, oigo muchos ruidos extraños.- le dije un poco inquieta.

Uriel se acercó y sin previo aviso, se metió en mi burbuja, como fundiéndose en su superficie. Al entrar en contacto las dos burbujas y formar una sola, ésta se hizo un poco más grande. Uriel me pasó un brazo por los hombros y me dijo en un susurro:

-Vamos duerme, estaré contigo por esta noche para que no tengas miedo. -suspiré aliviada y recostando mi cabeza en su hombro, me quedé dormida.

Un rayo de sol rozó mi rostro despertándome, el refugio se veía parcialmente iluminado y comprendí que ya era de día. A mí alrededor todavía se podían ver unas cuantas burbujas, con sus ocupantes desperezándose y frotándose los ojos medio adormilados. Uriel se había marchado, y salí rápidamente a la luz del día espantando a un grupo de tórtolas blancas que habían formado un grupo entre la hierba. Las vi marchar volando y alguna hasta rozó mi burbuja con sus alas. Me dirigí hacia otros “Ruach” que estaban jugando a perseguirse, era el mismo grupo que llegó ayer conmigo.

-¿Quieres jugar con nosotros?- me preguntó una chica cogiéndome de la mano, yo negué y me subí a la rama de un árbol cercano. Desde allí los estuve observando durante un buen rato y cuando iba a decidirme a bajar para unirme a ellos, un grito hizo que me encogiera .

El grupo se dispersó por todas direcciones seguidos por el trote de unos cascos sobre la hierba. Vi como avanzaban tres caballos, (toscos, muy grandes, de largos cuerpos) con sus respectivos jinetes, tres “Naturales” vestidos con extrañas vestiduras y un calzado alto hasta la rodilla, que se aproximaban agitando una vara por encima de sus cabezas queriendo ahuyentar a mis compañeros. Yo allí me sentía segura y pude ver la terrible escena que se desarrolló delante de mis estupefactos ojos.

Los que tuvieron tiempo de escapar lo hicieron por el aire, pero los otros, los que tal vez eran más lentos o que no los habían visto, se vieron sorprendidos y a medida que eran tocados por aquellos hombres, se fueron desvaneciendo en el aire, dejando en su lugar un grito de angustia y un humillo blanco que desapareció en seguida.

Los “Naturales” no parecieron darse cuenta de ello, porque siguieron con su alocada carrera hasta perderse entre los árboles.

Yo me tapé los ojos horrorizada, ¡aquello era horrible!, todavía podía oír sus risas mientras jugaban y ahora, de golpe ya no estaban. El bosque se quedó en silencio y desierto, solamente algunos pequeños animalillos como conejos o ardillas olían el aire alarmados, como si se dieran cuenta de lo sucedido.

Algunos de los que se habían salvado permanecieron unos momentos escondidos entre el ramaje, pero luego siguieron jugando, como si nada hubiera ocurrido, no parecían haberse afectado demasiado y si yo no hubiera sido testigo de aquello, nadie hubiera dicho que había pasado aquel accidente hacía tan sólo unos minutos. Me quedé paralizada sin atreverme a bajar, me parecía que si lo hacía, de algún lugar aparecerían aquellos jinetes y me ocurriría lo mismo que aquellos desdichados. Entonces una voz me dijo:

-Anda, baja de ahí, ya ha pasado todo.- miré hacia abajo y vi a un Uriel un poco triste que me hacía gestos de que bajara, yo me abalancé hacia él temblorosa.

-¡Oh! ¡esos “Naturales” son horribles! -me sentía muy desdichada pero Uriel me cogió por los hombros.

-No digas eso, ellos no tienen la culpa de su grandiosa fuerza, entre ellos se tratan bien, pero no se dan cuenta de que nos perjudican. Debemos resignarnos a tener que compartir este mundo con ellos de la mejor manera posible.

-¿Cómo es posible eso? ¡Nos será casi imposible poder evitarlos, están por todas partes y acabarán por aniquilarnos a todos!- exclamé llena de terror. Estaba arrepentida de haber llegado hasta aquel lugar, nosotros no pudimos elegir, pero hubiera sido mejor seguir en la cueva de los “manantiales de luz” o en los jardines que lo rodeaban.

 No sé cuanto tiempo pasé allí, ni cuantas noches llenas de temor, metida en uno de aquellos refugios excavados en la roca, sólo sé que cada vez éramos menos y como nos comunicó Uriel en una de sus visitas a la cueva, ya no nacerían más, por lo cual, si moría el último de nosotros, la especie “Ruach” se extinguiría por completo. Aquello me dejó muy deprimida y cada vez que veía a un “Natural” me alejaba como una centella a refugiarme y no salía hasta pasado un buen rato; les había cogido un terror absoluto.

La vida allí, a pesar del continuo acoso a que estábamos sometidos, era tranquila. Nos limitábamos a flotar de un lado para otro, mirándolo todo o jugando a perseguirnos o a escondernos, casi todos los que quedaban eral de mi mismo grupo y los más veteranos consistían en un reducido grupo que hacía bastante tiempo que habían llegado allí y vivían más tranquilos, sin hacerles demasiado caso a los “Naturales”. Éstos casi siempre no nos veían y seguían su ritmo de vida junto a los de su misma especie, ajenos a nosotros, pero cuando lograban vermos no paraban en su cacería. Para ellos era normal el perseguirnos como habían hecho durante generaciones, tampoco se daban cuenta de que eso nos afectaba, vivían ignorantes a todo cuanto nos sucedía.

 Capitulo V

A parte de eso, me di cuenta de otra cosa que me llenó de profunda inquietud y que todavía no sé explicarme.

Cada cierto tiempo, a algunos “Ruach” veteranos les ocurría una cosa que era inexplicable, inexplicable hasta para Uriel, que se suponía que lo sabía todo.

Cuando menos se lo esperaban, la burbuja empezaba a ponerse opaca y se resquebrajaba, ellos no podían hacer nada, solamente esperar la muerte que llegaba como un remolino de aire frío que se los llevaba como polvillo blanco.

-¿Qué les ocurre? ¿Por qué a veces, sin ningún motivo aparente parecen morir, así de pronto?  - éste no supo contestarme, se limitó a mover la cabeza negativamente y a encogerse de hombros:

-No sé... no puedo explicártelo. Supongo que es algo que tiene que pasar, nosotros no podemos durar por siempre, hemos de dejar paso a los jóvenes y éstos dentro de algún tiempo también desaparecerán.

- ¿Pero, por qué? ¿por qué tiene que ser así? ¿Es que nuestra vida no tiene importancia? los “Naturales” viven mucho tiempo, mucho más que nosotros -entonces me puse seria,- quizá debe de ser mejor la vida de un “Natural”, me gustaría haber nacido como ellos, que viven sin ningún temor, sabiendo que disponen de toda una vida por delante, gozando de este mundo y de sus criaturas. Ellos tienen mucha suerte y no es justo, ¿no crees?

-Cada uno es como es, debemos conformarnos con lo que somos y disfrutar de lo que nos queda de vida. ¿qué ganarás con entristecerte? anda, no pienses más en ello.

Yo sacudí la cabeza molesta, no quería conformarme, tenía que haber alguna manera de sobrevivir a este mundo. Él me decía que no me preocupara, pero si nadie lo hacía, pronto llegaríamos a la extinción y eso sería horrible, ¿por qué tenía que ser así?

Uriel me señaló el grupo que jugaba alegre, como si ignoraran la tragedia de su existencia:

-Mira, ves con los demás y juega con ellos, es lo que debes hacer en vez de pensar tanto, es inútil preocuparnos por algo que no podemos evitar.- yo emití un gruñido de desagrado y lo miré suplicante, ¡no podía pedirme que me uniera a ellos como si no pasase nada! si ellos querían olvidar o por alguna razón no sabían la verdad, allá ellos, pero yo era diferente, me sentía diferente, mi cabeza no paraba de dar vueltas y me sentía muy mal, como engañada.

Uriel se fié dándome la espalda como dando por terminada la conversación y yo me quedé ahí con una terrible herida en el corazón.

-Entonces nuestra suerte está echada, desapareceremos poco a poco y lo más trágico es que nadie nos echará en falta.- pensé.

Me disponía a irme cuando alguien me detuvo, me giré y vi a un ser de una estatura menor a la mía que me miraba sonriente.

-¿Adónde vas? por favor, ¿puedo acompañarte?- yo asentí, me daba igual ir sola o con él.

Entramos a la “Sala de los espejos” y vi mi imagen reflejada en todos ellos. Aquel ser que se me había unido lo miraba todo maravillado, no me había dado cuenta antes, pero supe que éste era uno de los últimos jóvenes “Ruach” que había llegado.

- ¿Has visto? ¡Soy como tú! - yo asentí pensativa, la verdad era que aquello me resultaba familiar, así era yo cuando llegué a aquel mundo, desorientada y temerosa. Yo le debería parecer muy superior aunque solamente habían pasado unos pocos meses desde que llegué. Aquel joven me veía como yo a Uriel, grande y protector. Sí, la historia se repetía.

Me acerqué prudentemente a uno de los espejos que estaba bordeado en oro, en vez de color marfil de los que reflejaban mi imagen, olvidándome por un momento de aquel otro “Ruach” y vi un paisaje muy bello. Supuse que gracias a él se podían acceder a otros paisajes lejanos a ese donde nos encontrábamos ahora, pero no entendí su mecanismo.

Entonces me di cuenta que aquel inexperto “Ruach” se había acercado peligrosamente y me dispuse a detenerle, pero éste ya había acercado su mano para tocar la superficie del espejo y éste pareció absorberlo a una rapidez increíble como si de una aspiradora se tratase. Me quedé frente a él y vi como aquel pequeño ser se revolvía dentro del espejo tratando de salir y gritando algo que no pude oír. Me miró abriendo mucho los ojos y alargando sus manos hacia mí. Yo negué con la cabeza apartándome hacia atrás y le dije notando como las lágrimas pronto acudían a mí, sintiéndome impotente viéndole sufrir frente a mis propios ojos:

-Lo siento, yo ya no puedo ayudarte.. .- él, encerrado allí para la eternidad me miró asustado y en sus ojos se pudo ver la interrogación, al ver que yo me quedaba quieta allí, sin intentar siquiera ayudarle.

Sin soportar más aquella visión, me alejé de allí, ¡pobre criatura! ¡aquel joven “Ruach” no había durado ni siquiera lo suficiente para poder aprender las leyes básicas de su supervivencia! Aquella sala se quedó en una calma total, sin más jóvenes que quisieran verse reflejados.

Capitulo VI

Casi inmediatamente que yo hube salido de allí, vi un a figura solitaria y menuda que se deslizó por una puerta casi escondida. Comprobé que no llevaba burbuja y fruncí el ceño sabiendo que se trataba de un “Natural”, aunque me tragué mi antipatía y decidí seguirlo.

Como cerró la puerta tras de sí, pasé a través de ella y me encontré en una sala iluminada por lamparillas colgadas en la pared. Pude darme cuenta de que era de pequeña estatura, tenía los cabellos oscuros y andar pesado como todos los de su especie.

Anduvo hacia un corredor muy largo y yo, en mi intento de seguirlo, choqué con un gran reloj de pared y el ruido hizo que el pequeño se girase bruscamente y me mirase fijamente. Yo paré en seco e hice una exclamación, mi primera reacción fue alejarme, pero como conocía de sobras las dificultades que tenían todos por ver en la oscuridad, me quedé inmóvil esperando pasar desapercibida.

Aquel “Natural” parecía ser pacífico, ya que se acercó lentamente entornando los ojos para aclararse la vista y no intentó cogerme, yo no supe qué hacer y le sonreí. Al parecer mi reacción fue la acertada, porque se mantuvo a una distancia segura y me dijo algo en su raro lenguaje de sonidos. Nosotros, nos comunicamos telepáticamente, es decir, por ondas cerebrales, y no entendí ni una palabra. Sin embargo pude captar, aunque algo dificultosamente ya que los “Naturales” no tienen tanta facilidad para emitir mensajes telepáticos como nosotros, un pensamiento que había surgido de su poco desarrollada mente.

- Sí que soy real.- le hice saber, aunque éste no pudo captar mi respuesta. Yo lo quise imitar moviendo la boca como él, pero no logré emitir ningún sonido exterior. El Natural no pudo evitar sonreír al ver mis esfuerzos por comunicarme con él y alzó su mano para tocarme, yo, que ya estaba preparada, di un gran salto hacia atrás y comencé a girar alejándome de su alcance. Al Natural aquello le pareció muy divertido porque se dispuso a seguirme corriendo, traté de escabullirme y hasta creo que me mareé de tanto dar vueltas. Finalmente llegué a la “sala de los espejos” y sin querer mirar al espejo traidor que había atrapado a aquel desdichado, salí al jardín de las tórtolas blancas. El pequeño “Natural” al parecer se quedó atrás o quizás no logró pasar a través de la pared de la sala de los espejos, que sólo estaba destinada a nosotros y por lo tanto carecía de puertas. ¡Qué lástima que ésta fuese una relación imposible, parecía simpático...!

Estaba muy excitada con mi primer encuentro cara a cara con uno de ellos aunque solamente hubiese sido un Natural y noté como el corazón se movía desenfrenado dentro de mi pecho. En mi ir y venir casi choqué con Uriel, que me miró asombrado:

- ¡He encontrado un habitante de este mundo, era pequeño y quiso cogerme!

-Sí, esos son los más peligrosos, suelen tener reacciones imprevistas y sienten más curiosidad por nosotros que los mayores, menos mal que no logró su objetivo.- parecía enormemente aliviado y me sonrió apremiante - ¿hiciste lo que yo te enseñé? ¡claro que sí, si nó ya no estarías aquí’.

También le conté lo que había pasado con aquel joven “Ruach”. Uriel se quedó pensativo.

-Vaya, quizás no estuve lo suficientemente atento para informar a todos los nuevos llegados, este fue un enorme fallo por mi parte.

-¿Qué le ocurrirá? ¿Se tendrá que quedar por siempre allí, encerrado en el interior del espejo?

-Sí, pero no es el único, quien sabe la cantidad de víctimas que se ha cobrado ese eficaz enemigo... seguramente se encontrará con ellos, pero eso no le será de gran consuelo.

-¿Y qué les pasa una vez han ido a parar allí?

-Es imposible saberlo, ya que los que han sido absorbidos ya no pueden contarlo, pero creo que finalmente acaban por desaparecer, ya que sino los espejos quedarían repletos.

Decidí cambiar de tema y le expliqué como ese pequeño “Natural” trató de hablarme .

-Claro, ellos no saben comunicarse como nosotros y tratan de emplear su mismo lenguaje.

-¡Qué lástima! ¡podríamos preguntarles tantas cosas... ! también les podríamos pedir que no nos hiciesen daño

Uriel sonrió y me dijo si quería ir con un grupo que estaba bañándose en el lago. Yo asentí y una vez allí le pregunté que cómo podían hundirse en ese liquido. Él me contestó que la burbuja resistía el roce con el agua porque su material era muy parecido. Me acerqué a la orilla y vi como un grupo se tiraba desde lo alto de las rocas.

-Vamos, no debes temer nada, si quieres puedes probarlo.- me animó.

Yo accedí y quitándome la túnica que llevaba, me introduje en aquel liquido poco a poco. A media que iba hundiéndome, noté como mi burbuja iba desapareciendo y cuando estuve del todo sumergida, vi que ya no la tenía. Noté el roce del agua en mi piel y pude comprobar que estaba muy fría, en comparación de la agradable temperatura que se notaba afuera, pero no me hizo daño, al contrario, al cabo de unos minutos, cuando ya me estaba acostumbre a ella, me encontré muy a gusto.

Floté mirando los curiosos seres que había allí y me sentí muy segura, más que en la superficie. Primero no supe la causa, pero en seguida lo averigüé. Allí no estaban los molestos “Naturales” y todas aquellas criaturas acuáticas eran silenciosas, como nosotros. Pensé que quizás ellos hablaran nuestro idioma y quise probarlo. ¡Ellos me entendían! eran una especie muy poco inteligente, pero respondían a mis palabras. No como lo hacíamos nosotros, claro, pero de una manera muy sutil. A mí me costaba entenderles, usaban una onda más baja y no podía captarlos con claridad.

Pude entender sin embargo, que su modo de vida era muy sencillo, solamente les preocupaban tres cosas: buscar alimento, reproducirse y encontrar un buen refugio donde guarecerse, ya que pude darme cuenta que también tenían sus propios depredadores.

Les mencioné la palabra “Naturales” y aunque ellos no los conocían por ese nombre, pude captar una imagen, era borrosa pero lo decía todo. Los “Naturales” los extraían de su medio natural a la fuerza, usando métodos complicados que no entendí bien, pero que quería decir una cosa: Peligro.

También les hablé del exterior y ellos volvieron a mandarme esa palabra: Peligro.

Solamente unos pocos, ya que algunos desconocían lo que significaba. Pensé que jamás habían salido del agua y decidí dejar de molestarlos con mis preguntas.

Estuve bastante rato por allí, flotando en un lado para otro, parecía que estuviera en casa, aunque desconocía de donde proveníamos realmente. Todas aquellas criaturas flotaban como nosotros y ese era su hogar. Entonces oí la voz de Uriel en mi cabeza, que me llamaba.

Al querer salir tuve miedo, pues no sabía si aparecería sin la burbuja, pero él notó mi temor y me dijo:

- No temas, la burbuja aparecerá en cuanto salgas a la superficie.

Y así fue. Le dije que aquel lugar era fantástico y que deberíamos quedamos a vivir allí, en vez de en el exterior, pero Uriel puso en seguida fin a mi entusiasmo.

- Eso no puede ser, este líquido con el tiempo puede ser perjudicial, la burbuja allá dentro nos protege y el roce continuado de nuestro cuerpo con el agua puede afectarnos, solamente podemos sumergimos durante un tiempo limitado.

Aquel día descubrí otra cosa muy importante, por lo menos para mi.

Estaba observando de lejos a una pareja de “Naturales” que estaban sentados al pié de un árbol, cuando vi que cada cierto momento se llevaban frutos o comida a la boca y eso parecía complacerles mucho. Cuando se lo comenté a Uriel, él me contestó que aquello era para darles fuerza, si no morirían, era para que pudieran extraer substancias beneficiosas para su organismo. Yo le pregunté que de qué nos alimentábamos nosotros.

- De la luz del sol. - fue la corta respuesta.

Poco a poco dejé de tenerle miedo a aquel mundo tan grande y del cual solamente conocíamos una pequeña parte. Fui olvidando el horrible incidente en la “sala de los espejos” y también, la trágica escena de hace algunos meses, cuando aquellos jinetes pasaron a galope, sembrando el desconcierto a su alrededor. El terror que me habían causado al principio dio paso a la curiosidad y la mayoría del tiempo lo pasaba observándolos sin temor a ser destruida.

A Uriel le extraña sobremanera que nunca participara en los juegos de mis compañeros ni me relacionara con ellos. Sí, la verdad es que no me interesaba pasarme todo el rato en aquella vida ociosa, siempre jugando o sin hacer nada importante. Algo dentro de mí reclamaba actividad y al contrario de los otros “Ruach”, que parecía que se olvidaran de los “Naturales” menos cuando se alejaban gritando al venir uno de ellos, yo quería saber cosas de ellos, de su vida, lo que pensaban y lo que hacían allí.

Capitulo VII

A mí me gustaba en especial el gran lago, con sus criaturas silenciosas, pero recordando las advertencias de Uriel, respecto a los posibles efectos nocivos de su agua, no me quedaba allí por mucho rato.

Una noche en que me había ido a bañar mientras los demás dormían, cuando salí y cogí mi túnica dispuesta a irme a uno de los refugios, me pareció oír en mi cabeza un sonido nuevo y luego el silencio. Me dirigí donde aquel sonido provenía y llegué hasta una casa, me acerqué con precaución y miré curiosa a través de una de las ventanas.

Vi una estancia solamente iluminada por una lámpara de aceite y a una mujer de largos cabellos negros agachada junto a un jergón. Primero no logré ver lo que ese pequeño lecho contenía, pero luego la mujer cogió con sus brazos algo que se agitaba, algo minúsculo. Era una criatura, un “Natural” que no tenía ropa, solamente iba tapado con una tela blanca y parecía muy indefenso. La mujer lo meció entre sus brazos mientras lo acariciaba y lo besaba con una ternura tales que me sobrecogieron. Luego alguien se despertó también, era un varón, primero pareció un poco enfadado, pero al ver lo que tenía aquella mujer, su expresión cambió de repente y los dos permanecieron sin decirse nada, (o por lo menos yo no entendí nada), abrazados y parecían muy felices. Más tarde, la mujer volvió a dejar a la pequeña criatura en su jergón y la pareja regresó a la cama.

Allí los dos se despojaron de sus ropas, se abrazaron y efectuaron algo, como un juego que yo no entendí, ¿qué les pasaba aquellos dos “Naturales”? ¿se estaban peleando?

Entonces el hombre pareció fijarse en mí y me señaló gritando algo. La mujer se levantó sorprendida y sin esperar nada más, me fui.

Mientras trataba de dormir, iba pensando en todo ello, aquellas personas parecían muy felices cuando estaban juntas, tal vez lo que confundí con una pelea, era alguna practica extraña entre ellos. Y es que nosotros, no realizábamos tal práctica, solamente algunas parejas paseaban juntas cogidos de la mano o se regalaban cosas, como flores o piedrecillas de cristal.

La mayor parte del día, los “Ruach” se pasaban las horas tratando de atraparse o jugando al escondite.

Entonces me dije que mañana por la mañana se lo preguntaría a Uriel, tal vez fuera algo importante. Al despertarme busqué al “guía de los Ruach” pero no lo encontré, como no tenía demasiadas ganas de buscarlo, accedí a jugar al escondite con un grupo después de mucho rogarme y me escondí en la copa de un árbol. Desde allí pude ver una pareja de“Ruach” que se hacía la corte. La chica, arrodillada en su burbuja accedía sonriente a los regalos que le obsequiaba su compañero, el cual le traía flores, piedrecillas brillantes o plumas de ave. No había caricias ni besos como vi que hacían los“Naturales”, los “Ruach” no es que se emparejaran de por vida como los seres de ese mundo, no se lo tomaban demasiado en serio y les gustaba ir de un lado a otro sin hacer nada, cosa que me aburría.

Entonces recordé las palabras de Uriel cuando me dio a entender que los “Naturales” eran buenos con los de su especie. Sí, era verdad, lo había podido ver aquella noche.

Entonces alguien me descubrió y yo bajé hasta el suelo. Iba a marcharme para buscar un nuevo escondite cuando vi que venía Uriel. Me miró sonriente:

-Hola, veo que por fin has accedido a jugar con los demás.

-Sí, aunque no me interesan mucho sus juegos, ¿de donde vienes?

-De la cueva, la he cerrado porque ya no la utilizaremos más, todos los “Ruach”ya están aquí. Por cierto, ya quedan pocos.- no quise preocuparme más por eso y le conté lo que había descubierto por la noche.

-Sí, algo he visto.

- ¿qué significa?

- Pensaba que ya conocías a los hijos de los “Naturales”, ellos al nacer son más pequeños que nosotros y necesitan el continuo cuidado de sus padres?- como vio mi expresión, sonrió y me contó que los “Naturales” tienen un sistema para evitar su extinción. Primero se necesitan dos miembros de su especie, un varón y una hembra, a través de ellos nace otro “Natural” que necesitará de algunos años para hacerse adulto. Así su especie sigue en este mundo sin desaparecer.- todos los seres que viven aquí se reproducen de igual forma, ¿no lo has visto nunca?

-Y si ellos pueden evitar su extinción, ¿por qué nosotros no?

-Los “Ruach”, aunque nos parezcamos a ellos, no seguimos sus mismas pautas de comportamiento y tampoco podemos reproducimos como ellos, para eso necesitamos las cuevas. No me preguntes como actúan, pues nuestra misma existencia es un misterio.- como vio mi desilusión, añadió - quien sabe, a lo mejor con el paso de los siglos, nuestra especie se desarrolla mejor y logramos aprender de los “Naturales”, ¿no crees?

Aquella misma noche nos acercamos hacia la misma casa y miramos por una de las ventanas, pero todo era oscuridad y la pareja se encontraba inmóvil uno contra el otro con los ojos cerrados.

-Ahora están durmiendo, será mejor que nos marchemos.- me dijo Uriel.

Me acompañó hasta el refugio y cuando iba a marcharse, le pedí que se quedara. Él primero se sorprendió, pero le dije que me gustaba su compañía, que necesitaba estar a su lado y por fin accedió.

Mientras estábamos inmóviles y abrazados en una misma burbuja, él me susurro mientras me apartaba un mechón de cabello de los ojos:

- ¿Sabes una cosa? me parece extraño, pero siento algo especial por ti, algo que nunca he sentido por otro “Ruach”. - yo no le contesté pero me sentí muy agradecida por sus palabras y cerrando los ojos me dormí.

Cuando desperté por la mañana y vi que Uriel no se había marchado, me sentí muy feliz. Él también se despertó y me miró con sus ojos rasgados.

Los demás también despertaron y no parecieron sorprenderse de vemos a los dos dentro de una sola burbuja, pasaron por nuestro lado mirándonos y salieron del refugio. Algunas de ellas hasta saludaron a Uriel felices de que éste se encontrase allí con ellos. Al ser el guía era una cosa que había de respetar y a ellas les hizo mucha ilusión que por esa noche hubiera compartido el refugio con ellos.

 Salí de la burbuja y mirando a Uriel le dije:

-Noto que ya no soy la criatura indefensa que salió de la cueva hace unos meses, aunque me veo igual que antes.

-Sí, tienes razón, cuando llegaste eras muy débil y le tenías miedo a todo, dependías completamente de mí, pero veo que ya eres una persona independiente, ya no necesitas los cuidados de nadie.- yo negué asustada.

-¡No quiero irme nunca de tu lado! ¡Quiero estar contigo!- Uriel se quedó serio.

- Desde que llegaste, vi que no eras como los demás “Ruach”, tenías un carácter propio y, aunque eras muy poca cosa, supe que serías alguien grande en cuanto pasara el tiempo, no me gustaría que desaparecieses.- cuando salimos al exterior, Uriel me cogió de la mano y nos dirigimos hacia el lago, donde unos cuantos se estaban bañando. Una vez allí, pude comprobar que los otros ahora parecía que nos evitaban, como si sintiesen de repente un respeto muy grande hacia nosotros, comprendían que siempre estábamos juntos y hablábamos apartándonos de sus juegos infantiles. Ahora éramos como uno solo, alguien a quien debían respetar. Se lo comenté a él y éste sonrió, luego me puso una mano en el hombro y me dijo

-Tú serás Bruma, la guía de los “Ruach”. Ahora tú también serás su guía como yo lo era antes.- eso me gustó aunque sabía que sin él yo no era nada, él me daba toda la confianza que necesitaba.

- Me gusta mi nombre y trataré de merecérmelo - dije orgullosa, sabía que el tener un nombre era importante, ya que ningún “Ruach” lo tenía.

Aquellos días frieron maravillosos, yo acompañaba a Uriel por algunas partes de ese mundo y contábamos cuantos de los nuestros quedaban. Me sorprendió su cifra; era muy escasa.

Desconocíamos sin embargo si en alguna otra parte quedaban más, ya que el mundo era muy grande y no lo habíamos recorrido todo. La mayor parte eran de mi mismo grupo, de los veteranos solamente quedaba Uriel, pues los demás se habían desvanecido en la nada. Otras veces hacíamos los dos visitas a la cueva por si llegaban más, pero poco a poco fuimos perdiendo las esperanzas; la cueva seguía vacía de nuevas almas.

La vida allí en general era tranquila, los pocos que quedábamos con vida habíamos aprendido a sortear a los “Naturales”, que llegaban en los momentos más imprevistos.

Por la noche Uriel y yo nos habíamos acostumbrado a dormir juntos y ningún “Ruach” quiso imitarnos, pues eso era una cosa que solamente hacían los guías.

También conocimos el mar y nos gustó mucho, hicimos excursiones llevando siempre a los demás con nosotros y exploramos sus profundidades, ¡era enorme!, ¡mucho más que el lago que todos conocíamos! Pero también su líquido era raro, sabía de otra manera aunque había más riqueza de vida marina, tanto vegetal como animal.

Allí también vimos a algunos “Naturales”, flotando como nosotros, pero equipados con un equipo muy extraño y adivinamos que ellos no podían respirar como nosotros ese agua.

Al vemos quisieron acercarse, pero nosotros defendimos a los nuestros valientemente, a fin de cuentas se trataba de nuestra propia existencia.

Además, conocimos a unos simpáticos seres de largas colas que se hacían llamar los “reyes del mar”. No eran otra cosa que delfines, como luego supimos a través de libros que nos dieron mucha información de ese lugar. Esos seres se alegraron mucho de vernos, aunque primero nos confundieron con “Naturales”.

Eran también seres acuáticos, pero a diferencia de los peces, ellos necesitaban respirar del exterior y eran mucho más inteligentes. Pudimos entendemos a las mil maravillas a través de su sencillo e inteligible lenguaje por ondas. Nos explicaron cosas sobre el mundo en el que estábamos y nosotros les contamos cosas sobre nosotros.

Vimos más "Salas de espejos" y más "manantiales de luz", algunos estaban inactivos, secos, pero otros todavía emanaban aquella Neblina densa, también descubrimos algún “Ruach” desperdigado, era aquel un lugar enorme y poco a poco logramos juntarnos unos 100 de nuestra propia especie. Entonces vi que a Uriel le sucedía algo.

-¿Qué te ocurre? - le pregunté al ver que le costaba respirar y temblaba. Éste me puso una mano en el hombro y me dijo, haciéndose menos visible por momentos:

-Creo que mi momento ha llegado... Bruma, no tengas miedo, tienes que guiar a los demás Ruach por mi... me voy.. .- yo hice una exclamación de sorpresa mientras veía que su burbuja se le estaba empezando a volver opaca.

-Noooo.. .- dije horrorizada, no podía ocurrirle esto a Uriel, ¡yo lo necesitaba, no podía desaparecer ahora! Este me miró con tristeza y yo me alejé ¡tenía que ayudarle! Corrí y corrí a ras de suelo y de pronto, sin darme cuenta llegué frente a los “manantiales de luz”. Los miré e inconscientemente, como si algo me lo mandara, bebí de ellos y puse un poco en una vasija dorada. Sabía que aquel lugar tenía algo que ver con nuestra existencia y que ya que nuestra propia vida era un misterio, nada perdía en intentar curar a Uriel con aquello. Llegué hasta donde estaba agonizando, rodeado por algunos” Ruach” que lo miraban temerosos, lo vi muy mal y la burbuja estaba empezando a resquebrajarse por todos lados. Mi guía estaba muy asustado y alcé el líquido por encima de su cabeza, entonces, sin saber como, el recipiente estalló en mil pedazos derramando aquel preciado líquido, que se evaporó en finísimas gotas blancas. No entendía lo que había pasado y sin pensármelo dos veces, entré en su burbuja para consolarle mientras se moría.

-No te mueras... no puedo vivir sin ti... te quiero.. .- le dije derramando torrentes de lágrimas y estrechándolo contra mí, lo besé en los labios y noté como una fuerza fluía en mi interior. Abrí la boca y vi como salía de ella una luz blanca que se metió en la suya. Entonces comprendí, ¡era el liquido que había bebido!

La burbuja en donde estábamos los dos, se volvió muy brillante y con reflejos dorados, no había señales de ninguna grieta y los dos vimos temerosos como un remolino de aire frío se acercaba rápidamente y chocaba contra las paredes sin hacernos el menor daño. Como no logró apoderarse de su víctima, pasó de largo perdiéndose en los confines del espacio.

Vi como Uriel tomaba nueva forma haciéndose más visible, abrió los ojos y me miró sorprendido:

-Me has salvado.- yo sonreí y me sentí llena de felicidad, esa burbuja era indestructible y nos envolvía a los dos, protegiéndonos. Uriel me cogió de la mano y nos fuimos hacia un lugar indefinido con los demás siguiéndonos a corta distancia.

Si algún día veis una gran forma borrosa, blanca y brillante con reflejos dorados cruzar flotando el aire frente a vosotros con dos figuras dentro, no os asustéis ni intentéis por nada del mundo tocarla. Son Uriel y Bruma, los dos guías de los “Ruach”.

 

La imagen es de  http://juljoubiak.blogspot.com

 

Hola a todos

Se que llevo mucho tiempo si escribir nada en el blog, pero en casa, tengo varias historias pero me gusta repasarlas antes de publicarlas.

En estos meses han pasado muchas cosas en mi vida y no he tenido tiempo.

Ahora me estoy recuperando de una operacion y espero que encuanto pueda me volvere a poner otra vez manos a la obra.

Hasta ese momento os ruego un poco de paciencia a todos los que me seguis y un beso a todos los que lo veais por primera vez.

QENA MONTALVO

 

FELIZ AÑO NUEVO

FELIZ  AÑO  NUEVO

El abuelete

El abuelete

Que había estado yo paseándome a las tantas de la madrugada por la ciudad de Esna, y mira por donde recalé en su mercado de frutas y verduras. Después de haber estado andando todo el mercado, y más cansado que “una burra con 20 horas de arreo”, conseguí divisar un murete en la linde de tal mercado. Fui hacia allí y me senté, con el objeto de descansar un poco y como no, distraerme con los “chascarrillos” de los lugareños en su ajetreo mercantil.

 

Y no se… quizás mi cara demostrase lo cansado que estaba, pero en eso se me acerca un abuelete, con pinta de tener más años que Matusalén, con su chilaba, su bonete, y una cara que sólo los abuelotes egipcios saben poner: Alegre, candorosa, con unos ojos de pillo, y una sonrisa guasona de las de… “aquí te pillo y aquí te mato”.

 

En eso se me acerca, y mirándome fijamente, me empieza a hablar en su lengua. La cuestión es que no entendía nada de nada. Yo en vista de que no nos aclarábamos, empecé a usar el idioma internacional, por señas.

 

A si que empezamos a entendernos perfectamente. El abuelo me estaba diciendo más o menos lo siguiente

- Chaval, cansado te veo.– A lo que yo de igual modo respondí:

- Pues ya ve, después de andar tanto, se puede imaginar como estoy… hecho tri-zas…

 

- Pues espera un poquito que ahora vengo. –. Y ahí me quedo yo, más intrigado que antes, sentado en el murete, y observando el paisaje del mercado.

 

Al cabo de unos breves minutos, me viene el abuelo, llevando entre sus manos una tajada de sandía; fresca, jugosa... Siendo la hora que era, cansado como estaba y habiendo cenado en el barco a las 9 de la noche. Y pensé: “Aquí el abuelo, ya viene en plan de conseguir el euro de turn, que más da uno más que uno menos. En más tonterías me los gasto, y esta tajada de sandía, esta diciéndome… cómeme.”

 

Vaya lo equivocado que estaba:

 

Se me acerca el abuelo, con una sonrisa y ojos bonachones, y me dice

 

- Toma chaval, que esta tajada de sandía es para ti

 

Y me la entrega. La tomo diciendo el sokram (gracias), y advirtiendo la expresión de felicidad del abuelete, y en vez de echar mano al bolsillo para tomar unos euros, saco del bolsillo del pantalón un paquete de tabaco. He de decir que el paquete esta aún por empezar, y no me molestó en absoluto, obsequiadle con el paquete entero de tabaco.

 

Y anda lo que pasó…

 

El abuelo, con una parsimonia no apta para nerviosos…. quita la funda de plástico…. abre la cajetilla… saca un cigarrillo… se lo enciende…. aspira profundamente…

 

¡…y me devuelve el paquete….!

 Y con esa mirada socarrona de profunda sabiduría que sólo los abuelos suelen poner, va y me suelta.: – “Salam” –. … Y se va.

Y ahí me quede yo, con la sandía en la mano, pasmado Reaccionando a los breves momentos, me levanté del murete y a voz de grito porque el abuelo ya se estaba alejando, le grite:

 

- ¡Sokram Habibi, Salam Aleikum!

 

El abuelo se gira, y poniendo una mano en el corazón, me dice:

 

- Salam Aleikum

 

Me vuelvo a sentar en el murete, y con un sentimiento de felicidad me comí la sandia.

 

Cuando me dirigía hacia el barco, no dejaba de pensar en el abuelete del mercado y en lo feliz que era.