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LAS HISTORIAS DE QENA

El falso accidente

El falso accidente   Ya han encontrado mi cadáver. La policía científica ya lo está examinando. Pronto sabrán la causa de mi muerte. Sabrán que caí al vació desde el puente. Se afanarán en buscar una explicación al porqué de mi presencia en ese inhóspito lugar. Tras incesantes preguntas conocerán a mi familia, lo conocerán todo sobre mí y llegarán a saber como llegué hasta el puente. Pero el motivo que me llevó a ese fatídico lugar, ellos nunca lo sabrán; es un secreto.

Todo comenzó hace años, un día como cualquier otro o por lo menos todo parecía indicarlo, mientras miraba por la ventana de clase evadiéndome de una aburrida y monótona lección de matemáticas. De pronto mi ensoñación fue interrumpida con la llegada de ella. El director entró en el aula con una chica que no había visto nunca. Con su voz autoritaria, el director nos presentó a nuestra nueva compañera de clase; se llamaba Sonia. Sin decir ni una palabra se sentó en silencio en un pupitre vacío mientras todos la mirábamos con curiosidad. Parecía una chica introvertida pero pronto supe que estaba equivocada, como casi siempre que se juzga a una persona que no se conoce. Sonó el timbre y mis amigas y yo nos acercamos a ella y le propusimos que viniera con nosotras al recreo. Ella aceptó y antes de que terminara el recreo ya se había metido a todas nosotras en el bolsillo. Era una chica muy interesante y madura para sus 16 años de edad. Había llegado a la ciudad porque sus padres se habían divorciado y su madre había decidido huir del pueblo y empezar allí una nueva vida.

 

Dos veces a la semana, yo colaboraba en un local de voluntariado que recaudaba fondos para el tercer mundo y ayudaba a todas esas personas marginadas y excluidas de nuestra estúpida sociedad. Me sentía muy orgullosa de mi labor y allí pude comprobar lo egoísta y equivocada que está la gente al despreciar a las personas de otra raza o cultura, pues con aquellas personas, que no tiene nada más que sus vidas, conocí el significado de la amistad, del esfuerzo y de todo lo realmente importante en la vida. Una tarde, Sonia apareció en el local, pues quería colaborar. Me sorprendió saber que desde hace dos años, ella se dedicaba al voluntariado en otra ciudad cercana a su pueblo.

 

Pronto nos hicimos intimas, y poco a poco abandoné a mis amigas de siempre para pasar más tiempo con ella en el local. Me fascinaba todo lo que me contaba. Un día me contó con lágrimas en los ojos, como su padre había maltratado a su madre durante varios años y al final había decidido denunciarle. Al cabo de un tiempo su madre, había conocido a otro hombre, siendo ese el motivo de su llegada a la ciudad. Mientras me contaba su historia, sentía pena por ella y solo quería que nuestra amistad durara mucho tiempo para estar a su lado, y que no se sintiera sola nunca más.

 

Todas las tardes salíamos a la calle a dar largos paseos en los que hablábamos de la vida, de nuestros sueños para el día de mañana a la vez que nos reíamos de esas cosas absurdas de las que se ríen dos adolescentes en una larga tarde de primavera. Una noche, sentada en mi cama, me sorprendí a mi misma pensando en ella; solo tenía en la cabeza el deseo de que llegara el día siguiente para poder estar toda la tarde junto a Sonia. Este sentimiento fue aumentando a media que pasaba más tiempo con ella y llegué a pensar que no podría soportar pasar un día sin su compañía. Sentí una sensación de vértigo y confusión pues me di cuenta de algo que no había querido ver hasta entonces: Cupido me había atravesado con una de sus flechas.

 

Me sentía desconcertada, no sabía que pensar: tenía una sensación de culpabilidad, miedo y satisfacción, pues acababa de conocer una parte de mí que desconocía. Decidí no contárselo a nadie, sería un problema para nuestra amistad si Sonia se llegara a enterar. Comprendí entonces que este amor platónico sólo me iba a traer sufrimiento. Acepté las condiciones con tal de poder observar su largo cabello castaño, sus grandes ojos verdes, mientras me contaba historias con esa dulzura y candidez que trasmitía al hablar. Tonta de mí al haber accedido a jugar a este juego.

 

Sonia y yo seguíamos quedando todas las tardes, íbamos al local, estudiábamos en la biblioteca, fantaseábamos en el cine o nos íbamos de compras al centro comercial. Cuando Sonia se probaba algún complemento, yo dejaba volar mi imaginación, sabiendo que nunca podría llegar a poseer aquel cuerpo que tanto anhelaba. Situaciones como aquella, en las que tenía que contenerme para no besarla, eran ya algo normal, incluso llegue a acostumbrarme. Mi mente era el único lugar donde podía ser libre.

 Un día mientras conversábamos me contó que Julián, un chico de nuestra clase, le había preguntado si podrían quedar por la tarde para ir a tomar algo. Sonia me dijo que ese chico le parecía muy simpático y que había accedido a quedar con él al día siguiente. Pasé la tarde encerrada en casa, muerta de celos. A la mañana siguiente me llamó emocionada y me contó lo bien que se lo había pasado y que esa tarde había quedado con él y sus amigos para salir y que yo debía ir, que ya vería lo bien que me lo iba a pasar. Acepté a regañadientes y pasamos la tarde con Julián y sus amigos, unos chicos que tenían como única aspiración dejar pronto los estudios para ponerse a trabajar de albañil y poderse pagar así la moto que tanto los gustaba. En fin, como podrás imaginar, no quise volver a salir con ellos, pues no era el tipo de gente que me gustaba. El problema era que Sonia sí que se divertía mucho con Julián y pronto me dio la noticia de que estaban saliendo juntos. Esa noche la pasé llorando hasta que el despertador de la mesilla me devolvió a la rutina del instituto. Sonia se empeñaba en que saliera con ellos, pero yo me inventaba alguna excusa para evitar ver lo felices que eran el uno con el otro. Yo aprovechaba los ratos que no estaban juntos para estar con Sonia y así volver con mis fantasías en las que en este caso, las dos disfrutábamos de nuestro amor, la una junto a la otra. Pero me estaba engañando, ese final feliz que yo deseaba, no se iba a producir, en el fondo de mi corazón lo sabía.

Después de varios meses, el día fatídico llegó. Sonia y yo nos sentamos como todos los días en nuestros pupitres, esperando a que llegara el profesor a dar su clase. Aquella mañana mi sentimiento hacia ella era más fuerte que otros días y me pasé toda la mañana observándola, con una mirada que delataba mi interés por ella, mi cariño hacia ella. La quería, la deseaba y decidí, antes de perderla para siempre en los brazos de Julián, contarle mis sentimientos; al fin y al cabo, no podía pasar toda la vida sufriendo por ella, debía arriesgarme. Nos despedimos y quedé con ella que por la tarde pasaría a buscarla a su casa. A las 6 de la tarde llegue al portal de Sonia. Nerviosa como estaba llame al timbre y al cabo de unos segundos, que se me hicieron eternos, la madre de Sonia abrió la puerta. Me dijo que no estaba, que había salido con Julián. También me dijo que había dejado una carta para mí. La recogí y la abrí de camino a casa. Mis ojos se llenaron de lágrimas al leerla. Sonia se despedía de mí, huía con Julián pues le habían dado trabajo en una empresa en un lugar que no me quiso decir, pues no quería que nadie los supiera. También me contaba lo importante que yo había sido para su vida, que nunca me olvidaría. Me dijo que yo lo entendería, que el amor te lleva a hacer locuras como esa. Su madre no lo entendería, nunca había entendido su relación con ese chico, por eso huía sin avisar. Finalmente me mandaba un beso. Con las mejillas empapadas corrí tan deprisa como pude hasta la estación de autobuses. La busqué, pero no la encontré. La había perdido, había perdido todo lo que me importaba en la vida. “Sonia”, grité desconsolada. Estaba sola. A mitad camino de casa, todavía destrozada, encontré a los amigos de Julián y se ofrecieron a llevarme en una de sus motos hasta casa. Pero ellos tomaron otro rumbo. Nos alejamos de la ciudad a gran velocidad y pronto me di cuenta de que habían bebido mucho. Les pedí que volviéramos, pero ellos se reían y aumentaban la velocidad. Después de media hora, las motos se pararon. Yo respiré aliviada. Juanma, que era el chico que me había llevado en su moto, me empujó de ella y caí al suelo. Los demás se rieron, y me empezaron a decir que era una amargada y que no salía de casa y que encima ayudaba a los negros. Las lágrimas volvieron a mis ojos. Dieron media vuelta y riendo, se fueron por el mismo sitio por el que vinieron, dejándome allí tirada en la carretera. Al cabo de un tiempo, me levanté y eche a andar de camino a la ciudad. Sentía un gran dolor en mi interior. Era una fracasada, nadie me querría jamás. El recuerdo de Sonia hizo que diera un grito de dolor. No quería estar sin ella. Di media vuelta y corrí hacia el puente que se encontraba unos metros más allá de donde me habían abandonado. En el puente encontraría la salida de mi dolor. Me subí a la barandilla y me asomé al vacío. La caída acabaría con ese dolor que me carcomía por dentro. La solución estaba a sólo un paso. Pensé en Sonia, en como nos conocimos y en el día en que me di cuenta que sentía algo por ella. Me había abandonado. Ni siquiera le había podido decir lo que yo sentía. Nunca lo sabría. Caí en la conclusión de que Sonia no me había conocido realmente, y eso me entristeció todavía más. Sólo un paso. Sólo un paso. De pronto me vino a la mente, no se si por consuelo o por casualidad, toda esa gente que sufría como yo estaba sufriendo. Unos sufrían por amor, otros por la libertad, otros por la igualdad. Todo eso lo había aprendido en el local de voluntariado al que no había ido desde hace tiempo, a causa de mi obsesión por el amor. Todas esas personas, sufrían y sin embargo no se les pasaba por la cabeza la opción de abandonar el mundo. Mi idea de suicidarme fue perdiendo intensidad poco a poco hasta que al final me creí una egoísta al haber pensado en abandonar todo, destrozando a mi familia, sólo por un amor no correspondido. Entonces decidí que a partir de entonces lucharía por ser feliz y que ayudaría lo máximo posible en el local de voluntariado a esas personas infelices que les ha tocado una vida poco cómoda. Pero la vida es caprichosa. Mientras pensaba en los planes de futuro que reharían mi vida, no oí como se acercaba un coche que descontrolado se salió de la carretera arrollándome y produciendo que cayera al vacío.

 

Después de unas horas, un conductor pasará por esa vieja carretera y se encontrará con un coche destrozado. A la media hora la policía llegará y encontrará el cuerpo del conductor del coche siniestrado sin vida y al mirar debajo del puente, encontrarán el cadáver de un chica, que pronto descubrirán como se llamaba, quien es su familia y como llegó hasta ese lugar. Lo que no sabrán es que le llevó a subirse a la barandilla y retar al vacío. Eso nunca lo sabrán; es un secreto.

    

2 comentarios

Daniel -

Lleno de sentimiento, como dice Miguel José. Sigue asi y llegaras lejos.

Miguel josé -

Un relato muy lindo, son sentimientos que siempre ahondan en la personalidad. Me alegra mucho tu escrito. Un beso muy fuerte.
Miguel José.