Blogia
LAS HISTORIAS DE QENA

La despedida (capitulo I )

La despedida (capitulo I )  

Eran las nueve de la mañana y me disponía a entrar en el despacho de Eduardo Mendoza, Consejero Delegado del gran mastodonte de las construcciones españolas, mi empresa desde hace quince años, aquel elefante de cabellos blancos y colmillos retorcidos que me había estado amamantando durante todo este tiempo a costa de controlar desde su inmensa fastuosidad mis estados de ánimo, mis pensamientos, mis decisiones y mi autoestima personal y profesional.

 

Eran muchos los sentimientos que se encontraban implicados, pero cuanto más se acercaba el momento, mas me daba cuenta que eran pocas las palabras que tenia que utilizar para transmitirlo, entre otras cosas, porque la decisión ya  se había tomado y no había marcha atrás.

 

-                    Buenos días, Mónica ¿ha llegado el jefe? –pregunte a su secretaria convencida de la respuesta negativa.

 

-                    Pues no, Ana, me acaba de llamar desde el conche que esta en camino. De todas formas, y porque eres tu, - subrayando convenientemente – ya le he recordado que antes de nada querías pasar a verle – contesto mientras se restauraba el rostro, estirado ya mas de tres veces en las mejores clínicas de cirugía de estética de Madrid. ¿Un cafecito? – akadio sin tan siquiera mirarme

 

-                    Vale, no todos los días puede una sustituir el café de la maquina por un buen café expreso.

 

-                    Sírvetelo tu misma, yo estoy muy liada. Una día –continuo sin dejarme ni tan siguiera responder – voy a pedir la baja porque este trabajo es nocivo para mi salud, tanto estrés, tanto...........

 

-                    Si ya veo, aunque no sé para que te pintas tanto, tú al natural esta preciosa – termine diciendo en un tono evidentemente adulador.

 

-                    Mujer, siempre se puede mejorar.

 

Me fui al Office que tenia el jefe a la derecha de su despacho y me dispuse a tomar un café bien cargado y a esperar pacientemente el aterrizaje, casi siempre forzoso, cuando oí su inconfundible voz aguda salir del cuello de su resplandeciente camisa blanca de Versace.

 

-                    Mónica, por favor vete poniéndome con el Presidente del Banco Mundial – dijo sin tan siquiera dar los buenos días.

 

-                    OK, jefe – contesto su secretaria, tan acostumbrada a tan grato trato – Por cierto, esta aquí Ana – termino diciendo a nadie, ya que se había encerrado a cal y canto en su despacho.

 

Yo, que había estado presenciando la escena desde una esquina de la cocina, me dispuse a sacar toda la paciencia de que podía contener mi interior, a sabiendas de que esta seria la ultima vez que tuviera que usar de todas mis reservas, así que continué preparándome mi dulce y oloroso café, a la vez que recordaba a mi nuevo amor, al cual había visto la noche anterior y me había dejado el espíritu como si cien mil campanillas estuvieran tocando sin cesar dentro de mi cuerpo. La voz de Mónica, me saco de mi dulce, musical y placentero sueño.

 

-                    -Anaaaa, que dice el jefe que pases.

 

-                    -Voooooy. De dije bebiéndome el café de un trago.

 

Me compuse la falda y la chaqueta, me arregle el pelo – por aquello de que mi aspecto resultase desenfadado y natural y con ello mi mensaje – y me dispuse a flanquear aquella puerta de madera noble con apariencia de caja fuerte donde me esperaba el hijo del “gran mastodonte”, sentado, o mas bien colado – dado su tamaño – en un sillón de cuero negro, abatible, flexible y antiestrés, ultimo modelo de la mejor firma italiana especializada en tipos de muebles de oficina minimalista y de su ultima generación.

 

-                    Pero vamos a ver Ana – comenzó diciendo sin mas preámbulos - ¿qué demonios haces tu pidiendo una cita a la cacatúa de mi secretaria para verme? - ¡a mí! ¡Eduardo Mendoza, hijo de un panadero rural de un pueblecito de Toledo, a este hombre sencillo y corriente, a tu amigo Eduardo al que conociste hace ya mas de catorce años cuando todavía no era nadie en esta empresa.

 

-                    ¡¡¡¡Por Dios, Ana!!!! – exclamo – que somos amigos, que estamos en el mismo bando, que hemos compartido cenas hasta la madrugada, borracheras, penas y alegrías, que nos queremos, que nos preocupamos el uno del otro..........

 

Como yo no estaba dispuesta a escuchar el mismo discurso introductorio de hace ya algunos años, con la confianza que aparentemente me estaba concediendo, aunque la misma se había perdido hace mas de cuatro años, cuando Eduardo, era tan solo un compañero para de forma mágica convertirse en el Consejero Delegado de la compañía.

 

Le corté en seco.

 

-                    Ya sé, ya sé, Eduardo. Digamos que lo hago tan solo por una cuestión de orden y disciplina, tu ya no eres, profesionalmente hablando – matice para no herir su orgullo de panadero toledano – el que estas cortando y no tienes bajo control todo tu tiempo. Además – añadí sin dejarle contestar – el tema que me trae aquí, es un tema estrictamente profesional que creo, por esa amistas que nos ha unido, debo contarte personalmente antes de que te enteres por terceras personas.

 

-                    ¿Que nos ha unido? – volvió a exclamar

 

-                    Perdón, que nos une – conteste rápidamente para salvar la situación y evitar que siguiera con teatro habitual que ya hacia algunos años atrás.

 

-                    ¿Me estas intrigando? ¿No me digas que te vas a casar otra vez? O peor ¿ qué has vuelto con el indocumentado de tu ex? O quizás........

 

-                    Parece que no escuchas, Eduardo. Te estoy diciendo que es estrictamente profesional. Si fuera algo personal ¿crees que hubiera pedido cita a tu secretaria?

 

-                    ¿Profesional? ¡Quién te esta jodiendo! ¡Quién tiene el valor de tocarte en esta empresa sin que yo no lo descuartice en cuestión de segundos! ¡Dímelo, que lo mato. ! ¡Mis amigos son mis amigos y lo serán hasta el día que me muera, nadie toca a ninguno de ello! Por la gloria de mi madre.

 

-                    Por favor, puedes dejarlo por un segundo. Escúchame aunque solo sea por esta vez. Déjame que te diga todo lo que tengo que decir y luego dices lo que quieras, rezamos a tu madre si es preciso y lo que tu quieras.

 

-                    Esta bien, me callare. Pero sí alguien té esta...........

 

-                    Me lo has prometido.

 

-                    Vale, vale cierro la boca.

 

-                    Me marcho de la compañía.

 

-                    Queeeeeeeeeee!!!!!!!!

 

-                    Lo que oyes, y no te hagas el sorprendido, porque en el fondo sabias que tarde o temprano sucedería. De hecho, ya no te acordaras pero antes de que llegaras a ese sillón lo habíamos hablado infinidad de veces. Para crecer hay que moverse, y tu tan solo eres la excepción que confirma la regla. Además ¡qué narices! Es normal si tenemos en cuenta que somos profesionales y queremos seguir escalando picos.

 

-                    Escalar, ¿a dónde?  Sí estas en la montaña más alta. Sí estas en el mejor sitio, en la mejor compañía con el mejor jefe.........

 

-                    No me lo puedo creer, siempre que nos vemos acabamos discutiendo y esta vez me he prometido a mi misma no hacerlo.  Escalar montañas, aunque sean pequeñas. Esta, es tu montaña, es muy grande, pero y me quede hace tiempo a mitad de camino y no me permites subir. ¿Te has creído que tu suerte la corremos todos los demás? El mundo laboral es así, ni justo ni injusto. Muchos factores son lo que acompañan al éxito y no siempre este llega.

 

-                    ¡Que no te dejo subir! – exclamo fuera de si – a ti, la mejor profesional que tiene esta empresa, la única con sentido común, la que me ayudo a estar donde estoy.........

 

-                    Pues será el sistema.

 

-                    ¿El sistema? ¡Quién cojones piensas que es el sistema! El sistema soy YO – dijo fuera de si.

 

-                    Pues entonces serás tu – me atreví a decir por fin.

 

-                    Ana, no puedes estar acusándome de manera tan escandalosa. Como puedes decir que o no te dejo crecer... crecimos juntos, sufrimos juntos los avatares y desvelos, aguantamos fusiones, vencimos compras-ventas, estamos aquí juntos como el primer día. Algún desgraciado esta haciéndote la puñeta y yo no me he esterado. Algo esta fallando en mis canales de comunicación. Alguien se esta saltando el proceso, alguien.....................no sabe todavía quien es Eduardo Mendoza y lo que para él significan sus amigos.

  

0 comentarios