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LAS HISTORIAS DE QENA

El señor Mariano

El señor Mariano

El hombre entra renqueando en la recepción, ayudado de su bastón. Se acerca lentamente al mostrador redondo y tiende a la recepcionista un volante de visitas.

- ¡Buenos días señor Mariano! – saluda la recepcionista – ¿otra vez por aquí? ¿No vino la semana pasada?

- ¡Buenos días preciosa!, es que tenia ganas de charlar un ratito con una chica guapa - contesta embaucador el hombre, mientras apoya el bastón en el mostrador y se quita el viejo sombrero de panamá - ¿no ves que no puedo estar muchos días sin verte? – Sonríe

- Ande, ande, no me diga esas cosas que al final me las creeré – responde la cuarentona y oronda mujer – A ver, ¿que médico le toca hoy? - dice, mirando el volante, con una sonrisa asomando en sus labios.

- Hoy toca chapa y pintura – exclama el paciente – ya vine la semana pasada para la revisión del motor y la de la presión de aceite no me toca hasta dentro de un mes.

La mujer sonríe mientras busca en el ordenador el nombre del paciente y comprueba que el día y la hora sean los correctos.

- Señor Mariano, ha llegado muy temprano – le informa – no le toca hasta dentro de una hora y media.

- Es que me ha traído mi hija ¿sabes? Y como ella tenia que entrar a trabajar a las diez me ha dejado aquí de camino – responde el abuelete

- Voy a llamar a un camillero para que lo acompañe. Como estamos en obras nos han cambiado todos los boxes y esto es un lío.

- ¡Gracias preciosa! – exclama el vejete guiñando un ojo a la mujer – ¡si es que cada día estas mas guapa! Se nota que ese régimen que haces te va bien, cada vez que vengo estas mas esbelta – le suelta silbando suavemente – si sigues así voy a tener que pedir que me den mas horas de vistita para poder verte todos los días.

- No sea usted malo señor Mariano – exclama la mujer – y ande vaya a la sala de espera, que ya tiene aquí a su tocayo para acompañarle.

El camillero saluda al hombre con una inclinación de cabeza y le indica la silla de ruedas.

- ¡Anda! ¡Hoy iremos en taxi! –Exclama – ¡Vaya lujo!

- Lleva al señor Mariano a dermatología ¡por favor! a ver si así no se nos pierde y acaba en ginecología como el otro día – dice bajito y guiñando un ojo al camillero

- No me perdí, solo es que en esa sala había un montón de chicas guapas, al contrario de la otra donde siempre esta lleno de viejos cacharros estropeados como yo – añade con una mirada picara en sus arrugados ojillos.

- ¡Que le vaya bien señor Mariano! Y pásese por aquí cuando termine. Que le pondré las visitas que le quedan en un cartoncito para que se lo de a su hija.

- ¡Gracias preciosa! Así lo haré

Mientras el paciente se ha sentado en la silla y el camillero se dispone a llevarlo a la sala de espera.

El pasillo es estrecho, se trata de un paso de servicio habilitado para acceder a las salas de espera por la parte de atrás. Ya que el edificio se encuentra en obras.

Los dos Marianos con la silla de ruedas quedan atascados frente a la puerta trasera de la sala de espera de urgencias. Ésta está abarrotada y tienen que sortear a la gente que espera fuera en el pasillo.

- ¡Vaya! Habrá habido algún accidente de esos de autocar – dice el Mariano de la silla de ruedas

El otro Mariano sonríe. Para el abuelete, cuando hay mucha gente en urgencias, siempre ha de haber ocurrido una catástrofe.

Tres hombres y una mujer les cierran el paso frente a la puerta. Visten de negro, y uno de ellos lleva un sombrero de ala ancha.

- ¡Zera malaje! – Exclama la mujer – ¿mira que desirnos que nos fueramo porque hasiamo demasiao jaleo?

- ¡Cayate mujé! ¡A ver si no echa también de aquí!

- Zargamoz afuera, necesito fumarme un pito – responde el tercero

Y los tres sortean la silla y se dirigen a la entrada. Tras de ellos dos mujeres más, cargadas con un par de churumbeles cada una y dos hombres les siguen. - ¿Quien se debe estar muriendo? – Pregunta el Mariano de la silla – algún pez gordo de los de ellos, supongo – se responde él solo.

- ¡Que va morirse! – le suelta el otro Mariano – Estos están esperando aquí porque la nieta del jefe de la tribu va a tener a su primogénito. Llevan toda la noche acampados en urgencias y no hay forma de sacarlos.

El taxi silla de ruedas se vuelve a parar en la puerta del ascensor, un par de minutos después las puertas se abren.

En el interior un par de médicos con cara de haber dormido poco y otro camillero con una silla vacía esperan que este llegue a su piso para desocupar el cubículo cuadrado

El camillero saluda en voz baja a su compañero.

- Buen saldo te tocó, hacer de niñera de ese abuelo. El otro día tuve que ir a buscarle a ginecología. Se había metido en la sala de espera de planificación familiar con todas las jovencitas que van a por la píldora.

- Hoy no creo que se escape – responde Mariano – vamos a Derma y voy a tener que pasearlo por medio hospital antes de llegar allí.

Mientras el abuelo saluda a uno de los doctores

- ¡Caramba doctor! ¡Que cara de sueño trae! ¿Es que no le dejo dormir la nena? Claro, cuando son así de chicos aunque duerman las tres horas entre toma y toma tú no descansas ¿verdad?

- Si, es verdad – responde el doctor, para el que el paciente es un completo desconocido. Mientras mira interrogativamente a su compañero

- ¿No conoces al señor Mariano? – Pregunta el otro doctor – es nuestro paciente mas famoso – explica – aquí todo el mundo lo conoce y por lo que se ve él conoce también a todo el mundo

- Claro que si- contesta el abuelo – ¿Verdad Marianito que aquí me conocen todos?

Cuando el ascensor se abre y los dos Marianos salen, aun se puede oír a los dos doctores cuchichear

- si, es muy simpático, pero se mete en cada lío

- ¿y como narices sabia que yo tengo un bebe en casa si hace justo tres semanas que trabajo aquí?

- No se preocupen por, el hombre anda preguntando a todo quisque por su vida, seguro que algún paciente se lo contó.

- Si la verdad, creo que el hospital es mas o menos su segunda casa. Viene casi todas las semanas con un motivo u otro.

Cuando no tiene visita viene a ver a algún paciente y si no se equivoca de día solo para charlar un rato con el primero que pilla…

En el pasillo del tercer piso se encuentran con una doctora cargada con una pila de expedientes, seguida por una de las enfermeras con otra pila en sus manos.

- ¡Vaya! menos mal que ésta no me toca - exclama el abuelo – con esa cara de buldog que tiene me pone seguro el hígado a la izquierda

- La doctora Cugat es pediatra – le informa con la risa escapando entre las comisuras de los labios

- Pobres crios. Seguro que en cuanto la ven se quedan más callados que una tumba. Con esa cara que trae podría agriar la leche.

El camillero no puede evitar soltar la carcajada aunque lo hace con el silenciador puesto, no quiere que le llamen la atención.

- Bueno ¡hemos llegado! –Informa el camillero – Ahora, cuando termine me espera, que vendré a buscarle para llevarlo a la entrada - le pide al paciente, que asiente y le guiña un ojo.

- Por favor, cuando termine avísame y no le dejes salir solo, que éste nos revoluciona todo el hospital – le pide a la enfermera.

- Descuida, en cuanto entre llamo a un camillero para que lo traslade. Bastante jaleo tenemos hoy con el mosqueo de la doctora – le responde la mujer en un susurro

- ¡Adiós simpático! El viaje ha sido muy divertido – saluda el abuelo levantándose de la silla y sentándose en la sala de espera entre dos jovencitas con la cara llena de acné.

- Hola guapa – se le oye decir – que extraño que tu vengas a también a chapa y pintura, si estas preciosa…

 

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