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LAS HISTORIAS DE QENA

Salomé

Si aquel día Ángel hubiera apagado su PC a las ocho como tenía por costumbre, seguramente las cosas hubieran sido distintas. Pero tenía trabajo pendiente así que decidió cenar un bocadillo en el bar de abajo y subir de nuevo a su oficina para acabar de cuadrar aquellas cuentas.

Dos meses más tarde Ángel franqueaba la verja de una cárcel de la que no volvería a salir jamás.

Lo que llevó a Ángel a prisión es lo que voy a tratar de explicaros a continuación. Según la versión de Ángel, aquella noche su PC comenzó a hablarle:
Hola me llamo Salome llevo cinco años en la empresa y me enorgullezco de no haber pasado por la sección de mantenimiento.

Ángel escuchó atónito sin poder despegar sus ojos de la pantalla del ordenador. La voz era tan sexual que decidió contestarle Y, ese fue su error.

Hola yo llevo dos meses en la empresa, y estoy muy contento aunque se siento bastante presionado por mi jefe, pero creo que conseguiré ganarme su confianza.

Así empezó todo. Una vez iniciada esa conversación, nada pudo pararles. Noche tras noche, Ángel y Salome fueron creando un espacio de intimidad en el que, con bastante facilidad, surgió el amor.

A partir de ahí, la vida de Ángel se convirtió en una espiral de sin sentido que giraba alrededor de Salome. Se puso a contárselo a todo el mundo. Ese fue su segundo error.

Vamos a casarnos, he encontrado un piso con unas vistas estupendas, así que colocaré a Salome en la mesa del salón para que pueda ver el mar desde ahí. Eso sí, tendré que trabajar desde casa, no quiero dejarla sola todo el día. Además, ¿sabes? En realidad yo ya no hago nada, Salome es el cerebro, cuadra las cuentas, hace unos informes.

Un mañana, dos meses después de la primera conversación entre Ángel y Salome, el jefe de Ángel, alertado por sus compañeros de la situación que se había creado y aprovechando que éste había bajado a comprar unas flores para Salome, decidió sustituir su ordenador por otro nuevo. Cuando Ángel volvió, se sentó en su mesa y miró su nuevo ordenador primero sorprendido y enseguida horrorizado.

Comprendiendo lo que había sucedido en su ausencia, se dirigió hacia el despacho de su jefe con paso firme. En su mano llevaba un abrecartas con el que cumplió su cometido con dos cortes limpios en el cuello.

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